Sacar las cuentas…

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Si hay algo que nos roba la fantasía del amor Disney, de la novela, es la posibilidad de hacer las cuentas, sacar los costos, evaluar, pérdidas, ganancias y a partir de ahí, decidir, ¿qué nos conviene? ¿qué me conviene a mi? 

Puedo escuchar los comentarios a mis espaldas “que interesada”  “fría” “calculadora”  “que materialista” el amor es otra cosa. ¿Si? ¿En serio? ¿Para quienes?

Cuando hablo de conveniencia,  no lo digo en un sentido de capitalista y patriarcal, no estoy hablando de conveniencia en el sentido de acercarme lo más rápido y mejor a la acumulación de capital o a lograr cumplir rápido y mejor con el rol de la buena mujer. 

Estoy hablando de reconocerme. De saber que quiero para mi vida más allá de lo que me dijeron que tenía que querer. Saber cuales son mis heridas, mis vulnerabilidades, desde las que me vinculo y vivo. 

Ese trabajo es previo y al mismo tiempo  concomitante.

Si ya se “lo que me conviene” como dice nuestra compañera Rosana Brizuela, puedo sacar las cuentas. 

Digo que el modelo del amor Disney nos roba la posibilidad de sacar las cuentas, porque en ese relato, justamente, no se evalúa nada, el amor sucede, yo no puedo resistirme a ese amor que me está predestinado, de eso se trata el flechazo, nos miramos y somos el uno para la otra. Es la señal del “amor verdadero”. Ahí no hay nada para evaluar. No hay banderas rojas, no hay patriarcado ni desigualdad porque nos une el hilo rojo, venimos unidos de vidas pasadas y estamos predestinadas a este amor. 

Nos enseñaron eso, que no hay nada que evaluar. No se reflexiona, se siente. No hay racionalidad, ni nada que pensar. Sucede y listo, tengo que dejarme llevar porque “el amor es así”. Porque si sucede es que “es amor verdadero” y el amor verdadero no se discute, se sigue.

Del mismo lado están las máximas que dicen que no elegimos de quien nos enamoramos, como si nuestro deseo, lo que nos parece lindo, sexi, deseable, no estuviera construido culturalmente. Pero lo peor de esa idea es que encierra esta otra, que es que si el amor sucede, no hay nada que hacer frente a eso. No podemos dejar pasar. No podemos decir, así no. O este no es el mejor momento de mi vida para esto. O, no estoy para esto. No podemos sacar las cuentas.

Soltar la novela es soltar todas esas fantasias y soltar la idea de que el amor todo lo puede, de que contigo pan y cebolla, de que el amor es para siempre.

No hermana, el amor no lo puede todo, ni es para siempre, ni contigo pan y cebolla, o si, pero entendiendo que quiere decir. 

¿Qué cuentas tenemos que sacar? 

Establecer vínculos de pareja en la heterosexualidad, implica para las mujeres un montón, de costos, no solo en términos materiales, también en términos simbólicos, en la autoestima, en el uso del tiempo, en la energía psíquica, en el resto de los vínculos. Y es un costo que solo pagan las mujeres. 

Ya de por si, estar disponible en el mercado del amor y del deseo, implica costos, tiempo dedicado a las apps de citas o redes sociales, evaluar los perfiles, sostener conversaciones inverosímiles, dedicarle el tiempo de prepararnos para las citas en el que caso de que las tengamos, comprar ropa, maquillaje depilarnos. Horas hablando de esto con amigas, horas hablando de esto en la terapia. El arrasamiento de la autoestima por el maltrato que se recibe ahí, por los comentarios y juicios sobre nuestros cuerpos, por no ser las elegidas de la góndola, por las fotos de penes que nunca pedimos y vamos a tener que ver. Adicione cada una, los rubros que le sean pertinentes, a esta cuenta. Y sumen.

Y cuando ya estamos en pareja, ni hablar cuando convivimos, todo se hace más costoso.

Me refiero a la carga mental del sostenimiento de la vida de un otro adulto, somos nosotras las que tenemos en la cabeza, el stock de la heladera y la alacena, de los productos de limpieza, ¿que tengo que comprar? preguntan generalmente los varones.

Y cómo sos vos la que generalmente quiere vivir en condiciones de higiene más o menos dignas, la limpieza del hogar y de la ropa va a recaer sobre vos, o vas a ser vos la que se ocupe de contratar a otra mujer que la haga, vos sabés sus horarios, cuando viene y cuando no y sos la que le paga. 

También damos asistencia psicológica, escuchamos, ponemos el hombro y la oreja porque la masculinidad bien construida implica que no hay otro lugar donde abrirse emocionalmente que el regazo de una mujer. Y también somos las que abrimos las conversaciones y planteamos los problemas que hay en la pareja, para que la pareja se sostenga y continúe. Ni te digo el esfuerzo psíquico que hacemos para no ver lo evidente y hacer de cuenta que no estamos siendo violentadas por los micro machismos diarios de las parejas varones.

Si ya se que no todos, pero demasiados. 

A eso sumale el condimento abnegación del amor de novela. La abnegación que hace que muchas compañeras, generalmente cuando hay hijes, renuncien a sus trabajos rentados para pasar a trabajar por el techo y la comida, en las casas de sus parejas varones, con justificación en el amor, por supuesto. Lo loco es que nunca es al revés, el amor a las parejas varones nunca les representa dejar sus trabajos, posponer sus proyectos, salir del mercado laboral, perder autonomía, porque aún cuando son sostenidos económicamente por sus parejas mujeres, no asumen el trabajo doméstico ni la carga mental.

Eso debería prendernos algunas alertas. Si, ya se que nosotras ganamos menos y en la ecuación siempre “conviene” (¿a quien?) que seamos las que dejamos de trabajar afuera para trabajar adentro. ¿Pero solo por el techo, la ropa y la comida?. ¿Cuántos varones aceptarían esas condiciones materiales de existencia?.

¿Y el futuro? Porque ponele que te calza ocuparte de las tareas de cuidado y el trabajo doméstico. Pero… y si “el amor se termina?

Y ahí está otra vez operando la fantasía y la novela. ¿Cómo vas a pensar que el vínculo se puede terminar? 

“Si pensás así, directamente ni empieces”, “que interesada”. 

La novela de nuevo robándonos la posibilidad de sacar las cuentas. Porque “el amor verdadero” no se termina, es para toda la vida, y no tenés que preguntar donde están los ahorros o la clave del homebanking,  porque  quien te ama, te cuida. 

Son ideas hermosas, por supuesto, queremos creer, porque sería re lindo que así fuera, pero no es. Más de la mitad de la gente que se casa se divorcia, seguramente ocurre igual o más con los que no se casan. 

Las chances de que no nos pase son ínfimas. Aún así, aún contra la evidencia, seguimos pensando que no nos va a pasar. Así de bien funciona la fantasía. No porque seamos tontas, porque todo está dado para que así sea. Porque es el único relato sobre el amor validado.

Tanto tanto, que lo que tampoco entra es la posibilidad de la muerte. Si la gente también se muere. 

Las que ya hemos vivido un poco más, ya sabemos como termina ese cuento y esa cuenta, el amor se termina, pasan cosas, el cordero se convierte en lobo, o solo deja caer la piel de cordero y esa mujer que necesita salir de ese vínculo, no puede, porque  salió del mercado laboral, no tiene ingresos, y no consigue trabajo porque estuvo muchos años afuera, perdió terreno o no está calificada. Si no salió del mercado laboral, resignó ingresos e incrementó gastos. 

Y las que salen, o son “dejadas” quedan empobrecidas, y si hay hijes, dependiendo de que el señor pague la magra cuota alimentaria que un largo juicio va a establecer. ¿Saben cual es el porcentaje de mora en deudores alimentarios? Arriba del 70%. 

Serán ellas las que pierdan el presentismo cuando falten por lo que sea que implica cuidar hijes, serán ellas las que paren la olla, serán ellas las que pierdan. 

El amor para las mujeres es una pedagogía de servidumbre voluntaria a los varones. No es personal, somos educadas para realizarnos en el cuidado, “seres para los otros” (Lagarde, Marcela) y ellos son educados para recibir sin culpa esos cuidados que implican tiempo, dinero, energía. No es personal, no es culpa de Diego, de Juan Carlos, ni de Tomi, es el sistema.

Por eso hay que hacer las cuentas. 

Y esto en una relación en la que no haya violencia, porque el costo de la violencia es inconmensurable, a demasiadas les cuesta la vida, una mujer es asesinada cada 29 hs en Argentina, 6 de cada 10 de ellas son asesinadas por sus parejas o ex parejas. 

Entiendo que es duro lo que estoy diciendo. Porque son muchos siglos de un discurso que dice que la única fuente de felicidad para las mujeres es ser elegidas por un varón, que es el pasaporte a la familia, a les hijes, a las únicas formas válidas del “amor verdadero”, el único que nos va a hacer felices. Entonces cuesta mucho sacar las cuentas, cuesta mucho soltar la fantasía y dejar de pensar que “a mi no me va a pasar”. No tengo la bola de cristal, no me animo a vaticinar el futuro de cada una. Puede ser que no te pase, pero los números dicen otra cosa, los relatos dicen que las chances son grandes. 

Al mismo tiempo, los relatos cuentan algo más, algo distinto a lo que nos enseñaron y nos contaron sobre la felicidad y el amor en la vida de las mujeres, cuentan las historias de las mujeres que deciden y eligen no tener pareja, o no volver a tenerla. Esas historias jamás contadas, siempre subalternizadas, expropiadas de valor, en realidad son un tesoro para soltar la novela. 

Historias de autonomía, de poder decidir la vida que queremos dentro de los exiguos márgenes que un sistema económico, político y social como este nos deja. Poder elegir a nuestro favor dentro de ese rango es un montón. Historias de mujeres que aman y son amadas por fuera de la lógica de la pareja, que disfrutan, que están centradas, que viven de acuerdo a lo que deciden para ellas. Que se dedican tiempo, que tienen tiempo para reflexionar, disfrutar, compartir. 

Entiendo que no siempre la historia “termina mal”, que no todas las parejas … Pero también entiendo, por conocer las historias de miles de miles de mujeres, que es así en la mayoría de los casos. El amor empobrece a las mujeres. También en  cuanto a los vínculos, nos quedamos mucho más aisladas y solas. 

¿Eso quiere decir que tenemos que dejar de tener vínculos amorosos con varones?

No. No lo sé.  Seguro para cada una querrá decir cosas diferentes. No creo que signifique lo mismo para todas, no tenemos las mismas condiciones materiales y simbólicas, tampoco las mismas heridas y batallas.

Quiere decir que saquemos cuentas, que cada una pueda detenerse, mirarse, pensarse y decidir a su favor. Que decidamos entendiendo los costos y no desde la fantasía que nos captura y nos deja sin autonomía, empobrecidas de recursos y arrasadas en la autoestima, que ya la tenemos deteriorada por ser mujeres en este mundo que nos desprecia. 

Lo que quiere decir es que mejor saquemos cuentas. Que mejor estemos despiertas, que nos pongamos pillas, que nos cuidemos a nosotras mismas porque nadie nos va a cuidar mejor. Que nos pongamos en el centro de nuestras vidas, y desde ahí decidamos, el qué, el cómo, el cuándo, el con quién. 

Quizás en estas cuentas y cálculos, también entra una resta, quien te dice que cuando empecemos a restar la energía y los recursos que sostiene con el “amor” la vida de los otros, a costa nuestra, algo cambia. 

Creo que a esto se refieren nuestras abuelas cuando dicen “si hubiera nacido en esta época sería soltera”. En esto pensaban cuando después de enviudar se quedaban sin pareja para toda la vida. No eran pobrecitas que estaban haciendo el duelo. Eran mujeres que habían soltado la novela y en silencio y con carpa, sacaban las cuentas. 

Si esta lectura te sirvió, invitanos un cafecito.

1 comentario en “Sacar las cuentas…”

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