¿Feliz día?

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Escribo esto para las que seguramente hoy, en el día de la amiga, se sientan solas, raras, ajenas como yo me sentí muchos años, siendo la nueva en ciudades, siendo yo misma en cualquier lugar. Quizás hasta avergonzada por no contar con el grupo de amigas de toda la vida, el grupo de amigas de no se donde o de no se que.

Lo escribo porque me parece que esto también forma parte de la novela que necesitamos soltar.

Me mudé muchas veces en mi vida, a partir de los cinco años, viví en muchas ciudades diferentes. Y tuve varias vueltas con algunas de ellas. Así que muchas veces fui la nueva en lugares y eso hizo que tuviera la sensación recurrente de llegar tarde a los grupos, la gente siempre era amiga de antes. 

La primera vez que me pasó fue cuando a mitad de año y viniendo de un pueblo muy pequeño, empecé el jardín de infantes en la ciudad. Nos habíamos mudado huyendo de la crisis del 80 a trabajar en la panadería de mi abuelo. Yo no entendía nada, era más pobre que la mayoría y muy pueblerina. No entendía porque las nenas no querían ser mis amigas y me trataban mal.  Estar ahí era muy incómodo para mi. Es una sensación que me acompaña hasta hoy.

Quizás por eso, por sentirme afuera, por ser diferente, por no entender, desarrollé un estar conmigo, una conversación interna, un gusto por la soledad y cierta desconfianza por los grupos de pertenencia, que me acompañan hasta hoy. Quizás eso ya estaba ahí. Sea como sea, se dió así. 

Durante mucho tiempo me pregunté, como con otras tantas de mis “rarezas”  ¿Qué me pasa? ¿Qué me pasa que no puedo tener un “grupo de amigas como tienen todas”? ¿Qué me pasa que me aburro? ¿Qué me pasa que siempre prefiero estar leyendo? 

Había una tensión enorme entre hacer el esfuerzo de conocer gente y compartir;  y al mismo tiempo la sensación de que haciendo eso que “tenía que hacer”  la vida se me pasaba por al lado y que prefería de verdad estar leyendo. Y no tenía tanto que ver con las personas con las que compartía, que eran personas más o menos interesantes, con más o menos cosas en común conmigo.

Tenía que ver conmigo, era yo y esa cosa de estar hacia adentro, que me acompaña desde muy chiquita, esa conversación interna que me gusta tanto, ese estar conmigo que me gusta más que nada. Esa gran necesidad de estar sola.

Así y todo me sentía rara por no querer lo que se supone todas tienen, me sentía dañada en algún lugar que no sabía cual era. ¿Seré inconstante? ¿Seré mala? ¿Seré soberbia? ¿Tendré algún trauma? 

Y así como el evento social, la cosa grupal de grupo cerrado, de pertenencia, me expulsa, del otro lado, me encantan y valoro profundamente el encuentro significativo una a una.

De esos tengo y he tenido muchos, y  me han dado mucha felicidad en lo que llevo de vida. El encuentro con mis amigas sueltas, personas muy especiales para mi, por las que siento muchísimo afecto. El encuentro con personas con las que compartí espacios, trabajos, y que después dejé de ver, pero que mientras estuvieron, estaban, y ese estar, fue hermoso.

No tengo amigas “de toda la vida”. Pero podría decir que toda la vida he tenido amigas.  Mi vida ha ido cambiando mucho de lugares y formas, yo he cambiado muchísimo, y lo que me encontraba hace 10 años con alguien hoy ya no me encuentra y está el afecto, pero no me sale el encuentro.  Y eso está bien para mi. Alcanza. 

Me llevó muchos años darme cuenta de que no había nada malo en mi, ni en mis prácticas y elecciones. Que no había de qué avergonzarse, y quizás había mucho de lo que enorgullecerse. Establecer los vínculos que puedo y quiero, negarme con persistencia a la pertenencia obligatoria a grupos. No negarme a mi misma para pertenecer a espacios que por exigirme esa negación, no me merecen. Quizás pueda enorgullecerme de eso, en lugar de avergonzarme.

En un momento muy difícil para mi, en uno de esos momentos en los que la vida te da vuelta como una media y no sabés quien sos, ni quien vas a ser, donde mirás para adelante y lo que ves es desierto y campo arrasado, tuve un sueño que siempre recuerdo, yo estaba en un hospital o una institución psiquiátrica, parecía eso, estaba “internada” y alrededor de la cama donde estaba, estaban todos mis libros y lo que más recuerdo de ese sueño era mi certeza absoluta de que si estaba con mis libros iba a estar bien, y en el sueño decía algo así cómo “si ellos están conmigo, yo voy a estar bien”. Los libros siempre me salvaron a lo largo de mi vida, y muchas personas que van y vienen que pasaron por mi vida me ayudaron en momentos difíciles, como yo he sostenido y ayudado a otras cuando lo necesitaron.  Me alcanza con eso. Está bien para mi.

Me llevó mucho trabajo reflexivo darme cuenta de que no solo no estaba rota por no pertenecer a grupos, por no conservar las amigas de la infancia, por no tener este o aquel grupo, por no sentir las ganas que se supone debía tener.

Me llevó mucho más tiempo darme cuenta de que al contrario, estaba sana, eligiéndome a mi, rechazando, por lo menos en esto, el impulso de encajar que seguí con tantos otros mandatos.

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3 comentarios en “¿Feliz día?”

  1. Ese estar para adentro y el grato encuentro con uno mismo y la soledad creo q es una defensa para con el afuera. Nunca tuve un grupo de amigas de toda la vida. No me integraban o yo no me integraba Una que otra amiga suelta en algún momento de la vida hubo. Vínculos que también se diluyeron. Obvio por mucho tiempo tuve malestar porque el día del amigo no tenía con quien festejar y estaba sola en casa. Ni que hablar cuando empezaron las redes sociales.!! Todos esos reencuentros de primaria y secundaria de los q nunca me sentí parte. También llegué tarde a muchos vínculos. Mis amigas una a una ya tenían sus grupos de amigas “de antes” con quienes festejaban el día del amigo. Yo no era parte. Tampoco nunca fui parte de los grupos de amigos de mi pareja. Hay algo malo en mi? Es demasiado trabajo salir a la incomodidad de tener que encajar y dejar el suave y seguro nido de la soledad. Es mucho el riesgo de salir lastimada por no encajar. Estos días comerciales me destruyen. Obvio tratándolo en terapia

  2. Me he sentido muy desvalorizada por el hecho de «alejarme» de un grupo hermético de amistades, comprobando con el tiempo que algunas de ellas no eran de esos vínculos duraderos y verdaderos. Me produce rechazo enviar o recibir msjs de salutación en una fecha hiper comercial. Me haría realmente sentir bien que algun amigo/a me escriba un «día cualquiera». Ese sería un gran gesto. A menudo doy ese primer paso, esperando que en algún momento, alguna amiga, de esas que se supone, nos conocemos de años, se acuerde de mi y me escriba interesada en saber cómo estoy. Por lo general, eso no sucede. Pasa eso con las viejas amistades, al contrario de las nuevas, vínculos menos viciados, más espontáneos, honestos, sinceros.

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