La lucha feminista siempre encuentra obstáculos, oposición, resistencia. ¿Por qué? Porque es difícil que alguien quiera entregar sus privilegios enseguida y de buena gana. Es más, generalmente, si tenemos privilegios, hasta nos cuesta identificarlos.
Y hay momentos, situaciones, en que esa resistencia a nuestros reclamos es aplastante. Como ahora con los resultados de las PASO y la perspectiva que tenemos, en la que se pretende volver atrás, quitarnos derechos que conquistamos.
Eso nos genera mucha tristeza, dolor, agotamiento, miedo, desazón, enojo. Esas son las palabras que leo y escucho que le estamos poniendo las mujeres feministas en este momento a lo que sentimos.
A medida que pasan los días y volvemos a encontrarnos entre nosotras en los múltiples grupos, espacios y lecturas que cada una elige, sostiene, cuida, a los que contribuye y de los que se nutre, algo de calma recuperamos. Volvemos a sentir que #NosTenemos y que eso es un montón. No es suficiente, no nos vamos a resignar, pero es una base, un refugio desde donde movernos.
Y, si nos pensamos históricamente, sabemos que esta lucha lleva muchas décadas, lleva mínimo dos siglos, dependiendo de qué criterio utilicemos. Y sabemos que hemos sido y somos muchas, muchas, muchas. Y que muchas veces otras han estado en situaciones como la que hoy nos toca a nosotras acá, en Argentina. Sabemos que es muy duro, que el costo es muy alto. Y, a la vez, esta lucha tiene tanto sentido para nosotras que reconocernos feministas ya no nos resulta algo negociable, es parte de nuestra vida, son los lentes con los que miramos el mundo, son las herramientas que intentamos utilizar para tomar decisiones, para hablar, para responder.
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Entonces, cuando quienes se resisten a nuestros reclamos, a nuestra voz, a nuestros deseos, a nuestros espacios, a nuestros cuerpos que intentan quitarse de a pedacitos los agobiantes mandatos que nos impone el patriarcado, a nuestra comodidad, a nuestras decisiones sobre nuestras vidas, cuando quienes se resisten ocupan más espacio todavía del que siempre ocupan, son respaldados públicamente con más vehemencia, somos nosotras las que resistimos (siempre resistimos, pero más todavía).
Cada una resiste como puede y nos acompañamos, lo hacemos juntas. Nos sabemos resistiendo en manada. Nos escuchamos, ponemos en palabras lo que nos pasa, compartimos actividades que nos nutren, pensamos modos, nos acompañamos y cuidamos. Y estamos atentas, atentas a cómo seguir con nuestra lucha, qué forma toma para cada una, y qué forma toma juntas, en este momento. Esa es nuestra resistencia. Es una resistencia feminista, no una resistencia patriarcal o capitalista. Podemos ver cómo lo hicieron antes otras mujeres y buscar modos que nos convengan, que nos resulten.
Creo que estamos hablando de la “sintonía” con otras mujeres, ya sea que las conozcamos personalmente o no, que sean contemporáneas nuestras o que nos hayan precedido, como nos propone Marcela Lagarde (Claves feministas para la autoestima de las mujeres, 2020).
“La identificación positiva con quienes han objetado maneras de vivir y han innovado la sociedad y la cultura produce la experiencia subjetiva de estar en sintonía. Ampliar los conocimientos sobre tales disidencias permite pertenecer a tendencias históricas, a comunidades imaginarias de coincidentes. Con ello se transforma la identidad referencial y es posible decantar la autoestima: el estigma desaparece, se convierte en un valor y en afectos positivos de pertenencia.”
La siguiente llamada de Marcela Lagarde nos puede resultar una guía y aliento:
“…es preciso… que las mujeres usen su fantasía para… moverse y actuar en la vida cotidiana para enfrentar oprobios, mejorar condiciones de vida, decidir y crear soluciones; que la fantasía se encamine a imaginar cambios y arribar a lo anhelado; que pasen de la fantasía a la definición de acciones, a la invención de alternativas y a su realización. La fantasía así dirigida deviene en creatividad y puede contribuir a la sublimación estética, a la participación social y política, a la solución real de la problemática de cada una y, desde luego, a la elevación y al fortalecimiento de la autoestima.”
Alicia Puleo en 2010 pensaba:
“aunque el sistema patriarcal hunde sus raíces en los orígenes de la humanidad, el cambio es posible. Pero quizás sea mucho más lento y más sometido a corsi y ricorsi de lo que se esperaba en los felices sesenta y setenta”.
Como el 3 de junio en nuestra ronda de MQNFT en la Plaza del Congreso, me convoco y nos convoco a usar nuestra inteligencia a nuestro favor, para identificar todos nuestros recursos, corrernos de la fantasía, buscar formas posibles y ocupar todo el espacio que podamos con los pies sobre la tierra, los ojos bien abiertos y sabiendo que #nos tenemos.
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