La resistencia

Here by my window in Germany (Acá en mi ventana alemana) canta Joan Báez en mi cabeza, una y otra vez.  Su canción, For Sasha (Para Sasha)se presenta como la banda de sonido de mi nueva vida. Una en la que la extrema derecha es elegida por el 30% de la gente con la que comparto un país al que nombro como mío.

Esta canción es dolorosa porque habla del posicionamiento subjetivo frente al Nacionalsocialismo, el partido de extrema derecha con el cual Hitler ganó las elecciones y dio inicio a una historia que parecería que todos conocemos, pero que muchos olvidaron.

Esta canción para mí, hoy tiene una cuota más profunda de dolor, porque me hace pensar en mi papá.  Ese papá que me hizo escuchar a Joan Báez por primera vez. Ese, que con sus magros ingresos, decidió que su primer CD iba a ser el de ella, titulado LIVE (En vivo). 

Ese papá, que cuando se iba de viaje por trabajo, me dejaba en la compañía de sus canciones.  Los viajes de mi papá eran largos: ocho meses en los que navegaba océanos como cocinero de segunda.

Hago esta introducción porque en este boletín estamos pensando la resistencia. Voy al diccionario y es definida como: 

1. Acción y efecto de resistir o resistirse. 

2. Capacidad de resistir.  

Insisto con el diccionario.  Busco resistir y dice: 

Verbo transitivo

1. Recibir [una cosa] algo que ejerce fuerza o presión sobre ella, sin moverse, ni sufrir daño o alteración.«la columna todavía puede resistir más peso» 

2. Sufrir un padecimiento físico o moral, o a una persona que lo causa, sin dejarse vencer por él y, a menudo, sin quejarse o tratar de evitarlo. «cree que no resistirá tanta responsabilidad»

De vuelta aparece mi papá, diccionario en mano, transmitiendo amor por el conocimiento, por la lectura. En fin… transmitiendo amor. 

Y también la certeza de que el conocimiento era algo a lo que yo podía acceder, que yo tenía derecho a la educación y a vivir una vida luminosa, llena de palabras.

HAY UN VOTANTE DE MILEI EN MI CASA

Hace muchos años que ya no soy esa nena que les contaba.  Joan Baez forma parte de mi playlist y la relación con mi papá se sostuvo, más allá de vivir en países o provincias diferentes.

Hoy, a las definiciones del diccionario, las siento insuficientes y estereotipadas.  Una voz dentro mío me dice que con el diccionario no alcanza, que al lenguaje y a la vida se le escapan las definiciones rígidas y estereotipadas. 

Hace poco, mi papá me dijo que iba a votar a Milei. Me agarró desprevenida, pero luego de una primera sensación de sorpresa, lo que sentí fue como que me caía una ficha. Recordé frases, acciones, consejos. En fin: un sinfín de cosas chiquitas que encontraron su justa ubicación en el rompecabezas que es la construcción que hago de mi papá.

No obstante, a pesar de lo siniestro de la situación, me resistí.  E intenté explicar, convencer, razonar, historizar. A cada frase mía, había una respuesta suya, cada vez más alineada a un modo de pensar tan ajeno al mío, tan otro, pero que en la voz de mi papá empecé a escuchar en serio.

Igualmente insistí.  Tenía la fantasía (#HERMANASOLTALANOVELA) de que como era yo la que decía las cosas, él iba a escuchar. En realidad, él me escuchaba, pero lo que yo le decía, no le llegaba al corazón.  Es más, él cada vez se instalaba más en sus certezas y se alejaba más de mí. 

Entonces, lo miré a los ojos y abandoné la lucha.  Esos ojos transmitían una frialdad y determinación que cerraban cualquier diálogo.  También vi extrañeza y cierto dolor, como que él tampoco me reconocía. 

Nos despedimos como dos extraños.  Lo último que me dijo es que había que darle tiempo al tiempo.  

Yo quedé destruida.

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HUBO UN VOTANTE DE MILEI EN MI CASA

Desde ese día no volví a hablar con mi papá.  No tengo fuerzas.  Estoy herida.  Estoy asustada.  Estoy enojada.  

Mi instinto me dice que no es un lugar seguro, que ahí no tengo que ir, que corro peligro.  Me sostengo en la decisión de no convocarlo, de que no forme parte de mi vida ni de la de mi hijo.  Mientras tanto, lo extraño y me siento culpable por no priorizar “la familia”.

Me pregunto si estoy tomando la decisión correcta, si no soy “una exagerada”.  

Escribo esto y me acuerdo de los talleres de MQNFT, cuando escuchaba a compañeras preguntarse si la violencia recibida era real o una percepción “exagerada”.

#HERMANASOLTALANOVELA

And I remember the holocaust (Y yo recuerdo el holocausto), sigue cantando Joan Baez en mi cabeza y yo no puedo dejar de pensar que estamos transitando tiempos oscuros y complejos, de libertarios convencidos de que destruir derechos y autoexplotarse es el camino de la libertad.  Esto no es nuevo ni exclusivo de nuestros territorios, pero ahora nuestro mapa está teñido de violeta en casi todas las provincias.  

Por lo tanto, pensar en la resistencia es imprescindible. Especialmente en lo privado. 

Y la lucha, creo, espero, va a ser en la calle, pero también en nuestras casas.  Porque vienen por nosotras (madres, hermanas, hijas, abuelas, esposas, tías, sobrinas, amigas) para que seamos el sostén no remunerado de su cotidianidad libertaria.  

Y también van a exigirnos ser el refugio afectivo al cual volver, de ese día a día, que les enrostra en la cara lo frágil de su existencia, que no va a mejorar a fuerza de meritocracia.  

Y en su prepotencia, van a dar por sentado que tenemos que estar a su disposición, para que los maternemos, mientras vociferan consignas que nos desprecian, y se lamen las heridas que les hace el mundo despiadado que construyen.  

Pero nosotras aprendimos que a las únicas a las que hay que maternar es a las infancias. Al resto, no le debemos nada.  

Y las convoco a que pensemos juntas la resistencia sabiendo que todavía no nos vencieron. 

Las mujeres tenemos una larga tradición de lucha, esa que no está en los libros de Historia, sino en los relatos de aquellas que nos transmitieron sus estrategias para vivir una vida digna y en nombre propio.  

Recurramos a ellas mientras resistimos en lo cotidiano, dejando bien en claro que no somos el refugio de leones ni de ningúna otra bestia. Y no tengamos miedo de quedarnos solas.  Ellos no son reciprocidad ni compañía.

Y, lo más importante, compañera, no te olvides que #NOSTENEMOS.

 Aclaración indispensable: Esta afirmación no tiene la intención de ofender a ningún león de verdad.  Es decir, a aquellos seres vivos que habitan en la sabana o son prisioneros en circos, zoológicos, parques temáticos o cualquier dispositivo de encierro inventado por el Hombre.

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