No nos sirve cerrar la boca

Hay muchas lecturas para hacer de lo que dicen esta revista y esta señora, cómo se construye esta burguesía local que se muestra y es mostrada como la realeza, quienes son y de donde vienen estas personas y su dinero, hoy vamos a poner el foco solo en lo que tiene que ver con esta tapa, con el culto a la juventud, la apariencia, la cultura del hambre, y el llamado a cerrar la boca y si sirve o no, y a quien le sirve.

Cerrar la boca es una frase que en nuestro país tiene varios sentidos, dejar de comer en el sentido de hacer dieta por motivos estéticos, hambrearse voluntariamente, para modelar nuestros cuerpos como si fueran de arcilla, para darles una apariencia que agrade al entorno, que encaje en ese ideal de delgadez cada vez más exigente, algo que las mujeres tenemos normalizado desde la infancia. Dejar de comer para caber en un talle. Dejar de comer para ser elegidas, para ser agradables a la vista, para que nos quieran, para ser buenas mujeres.. Ser flacas es más importante que alimentarnos y nutrirnos. 

Pero cerrar la boca también alude a callarnos.

Ambos sentidos,  cobran un significado particular en este contexto de hambre y represión, de hambre y retroceso de derechos, de hambre y negacionismo de la violencia y la desigualdad de género, de hambre y palos para el pueblo.

Un contexto donde todos los días vemos, escuchamos, leemos a muchas mujeres denunciando la falta de alimentos, y particularmente vemos a jubiladas, o mujeres de más de 60 años, en edad jubilatoria como Frigerio, pasando hambre, sin poder comprar sus remedios, sin cobertura de salud, comiendo mal y poco, eligiendo entre comer y comprar los remedios. En ese contexto Frigerio y la revista Hola te dicen que cerrar la boca sirve. Que dejar de comer sirve. ¿A quien le sirve?

En ese contexto te invitan a pasar hambre. Te quieren convencer de que es útil, de que está bien, y te lo dicen con una postal de la felicidad. 

Pero hay más, porque como dijimos, cerrar la boca también es dejar de decir, callarse, mirar para otro lado, guardarse las propias ideas, tragarse el malestar, la furia, la rabia. Hacer silencio frente a lo injusto, lo brutal, la crueldad. Dice Frigerio y dicen los editores en la tapa, que cerrar la boca sirve.

Y seguramente, a ellos y ellas les ha servido, porque el  silencio cómplice le ha pagado bien a una gran parte de la burguesía Argentina, cerraron la boca durante la dictadura, estaban felices en el menemato, cierran la boca ahora y además, quieren que todas cerremos la boca. Les sirve, claro que les sirve.

Te invitan a cerrar la boca, en un momento en el que las viejas se organizan en asambleas, salen a la calle, gritan, en un contexto en el que las cocineras comunitarias piden que su trabajo sea reconocido como tal, en el que las mujeres ganan cada vez más espacio con sus voces en asambleas y organizaciones políticas de todo orden, en el que el gobierno designa al feminismo como enemigo, en el que pretenden que las madres con hijes dejen de marchar y cierren la boca. Y lo hacen los mismos y las mismas que ridiculizaron siempre las luchas de las mujeres, que trataban a Norma Pla de vieja rídicula y loca. Norma, la que nunca cerró la boca. La excedida, la exagerada.

Dice Andrea que cuando se excede cierra la boca. La idea del exceso, que pensada en relación a la comida y en el contexto de la nota, está vinculada pura y exclusivamente a la restricción por motivos estéticos, el alimento no se mide, ni valora en términos nutricionales, se mensura en relación al peso, a seguir pesando lo que pesábamos en determinado momento de la vida, en general en aquellos en los que la belleza estaba en su plenitud, o sea la juventud porque el ideal de belleza solo valora otra cosa al mismo nivel de la delgadez y esa otra cosa es la juventud. Cómo si fuéramos objetos, la idea es «mantenernos», permanecer iguales, inalterables, muñequitas de plástico, para ser miradas. Las muñecas tampoco comen, tampoco hablan.

El exceso también nos remite a lo exagerado, a lo que está de más, a lo que sobra. «Cuando me excedo cierro la boca». A las feministas siempre nos tratan de exageradas, siempre es mucho lo que decimos y lo que pedimos, siempre es un montón, siempre somos demasiado radicales, demasiado exigentes. Excedidas en nuestros reclamos de no más muertas, no más pobreza, no más desigualdad.

No es casual, que en este contexto histórico Andrea, Hola y el medio que la edita que es LN, nos inviten a cerrar la boca y nos quieran convencer de que sirve, de que nos sirve.

Pero la realidad mata el relato, el hambre no se va cerrando la boca. La experiencia mata el mensaje. Nosotras aprendimos que el hambre desvitaliza y mata, que el silencio no nos sirve, a ninguna, nunca nos ha servido, como escribe Audre Lorde, el silencio nunca nos ha protegido ni nos protegerá. Que nuestra única esperanza es nuestra lucha. Que nadie va a hacer por nosotras lo que no hagamos. Que nosotras queremos comer, queremos decir, queremos luchar. 

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