Multiplicar lo que nos quitan
El otro día, mientras comía un desayuno, de esos que ameritan una foto – el huevo estaba perfectamente frito, el pan artesanal y el tomate súper rojo- se me vino a la mente una idea nada nueva pero que en ese momento me tomó por completo hasta hacerme llorar: quizás mi viejo esté comiendo mal porque no le alcanza. Es posible que mi viejo no esté comprando algún remedio que necesita porque ya no puede. Y no me lo va a decir. Y no estoy ahí. De nuevo, no estar.
Siempre pensé que, si mi vieja se enfermara, me volvería a cuidarla y a estar con ella por más cómoda que estuviese acá en Madrid. Ahora el que está enfermo es el país. Un cáncer haciendo metástasis a ritmo acelerado y violento. Un país agonizando. Lxs propixs españolxs me han preguntado cómo lo llevo con la misma delicadeza que te preguntan por un paciente terminal, con plena consciencia del dolor que supone.
Ahora, ¿cómo contrarrestar la cantidad de guita -sí, al final de todo es guita que nosotrxs no tenemos ni manjeamos- puesta en que creamos que salvarse solos es posible y deseable? ¿cómo alimentar la poderosa y debilitada idea de que la salida es colectiva? De este lado del mundo, se siente el abrazo solidario que apoya a esa Argentina que por ahora sangra. También hay un mundo oscuro y violento que crece, no lo vamos a negar. Tenemos que convencernos de crecer del mismo modo, con la misma fuerza. Pensar en nuevas preguntas y respuestas para entender lo que nos pasó y nos pasa, para construir otros modos de vida. Salir de las redes sociales para encontrarnos en las otras redes que de verdad sostienen, en los ojos, en las manos, en los brazos de lxs otrxs que padecen de manera distinta, los mismos males. Darle lugar al arte en sus humildes y potentes manifestaciones, que sabemos, salvan y transforman. Darnos el lugar que nos roban. Darnos amor, compasión y cuidado en este escenario cruel. Multiplicar con imaginación, lo que nos quitan.
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