La poesía no es un lujo

Traducción: Rosana L. Brizuela.

La peculiaridad de la luz mediante la que interpretamos nuestras vidas tiene un efecto directo en lo que vivimos y sobre todo en los cambios que deseamos llevar a cabo. Es a través de esa luz con la que creamos las ideas y hacemos nuestra magia. La poesía es una iluminación y es a través de ella que le damos nombre a esas ideas que, hasta el momento de la escritura del poema, no tenían nombre ni forma, pero ya eran intuidas. Es de ese destilado del que florece la poesía verdadera y nacen conceptos, como de los sentimientos surgen ideas, como del conocimiento nace el entendimiento. 

A medida que aprendemos a florecer dentro de él, a medida que aprendemos a usar el producto de ese escrutinio para tener poder en nuestro vivir, esos miedos que gobiernan nuestras vidas y forman nuestros silencios comienzan a perder su control sobre nosotras.

En cada una de nosotras, hay un lugar oscuro en el que nuestro espíritu verdadero se levanta. “Hermoso/ y fuerte como castaña/ columnas contra nuestra pesadilla de debilidad” e impotencia.

Esos lugares de posibilidad dentro nuestro son oscuros porque son antiguos y están escondidos; sobrevivieron y se fortalecieron en la oscuridad. En esos lugares oscuros, cada una de nosotras mantiene una increíble reserva de creatividad y poder, de emociones y sentimientos desconocidos y no registrados. El lugar de poder de las mujeres no es blanco ni está en la superficie; es oscuro, ancestral y profundo. 

Mientras más nos conectamos con nuestro punto de vista ancestral, negro y no europeo, más y más aprendemos a valorar nuestros sentimientos, y a respetar esas fuerzas ocultas de nuestro poder, desde donde el conocimiento verdadero y las acciones certeras surgen.

A esta altura, creo que las mujeres somos portadoras de la posibilidad de  fusionarnos con nuestros sentimientos y pensamientos, los pilares fundamentales de nuestra subsistencia. Y que cuando hacemos poesía, los combinamos y nos acercamos a ellos. Digo poesía como una revelación producto de la experiencia, no el juego estéril de palabras como es conceptualizada, muy a menudo por los hombres de raza blanca. 

Entonces, para las mujeres, la poesía no es un lujo. es una necesidad vital de nuestra existencia. Es la forma en la que expresamos nuestras esperanzas y deseos de supervivencia y cambio.   Primero como lenguaje,  después como idea que termina en una acción concreta.

La poesía es el modo que encontramos para nombrar lo innombrable y transformarlo en pensamiento. Nuestras más profundas esperanzas y nuestros miedos son vehiculizados por nuestros poemas, tallados en las duras experiencias de nuestra vida cotidiana. 

En cuanto reconocemos y aceptamos nuestros sentimientos y los exploramos honestamente, se transforman en santuarios y fortalezas para las ideas más radicales y atrevidas. En este momento les podría nombrar diez ideas que si no hubieran sido un poema o un sueño se me hubieran representado como intolerables, incomprensibles y temerarias. En cambio, ahora son el claro ejemplo de “lo que está bien para mí”. Podemos entrenarnos a nosotras mismas para respetar nuestros sentimientos y transformarlos en un lenguaje que pueda ser compartido. y donde dicho lenguaje todavía no existe, es nuestra poesía la que allana el camino. La poesía no es solamente sueños y visiones, es el cimiento de la arquitectura de nuestras vidas.

Lo posible no es ni eterno ni instantáneo. Tampoco es fácil creer en su eficacia cuando fuimos criadas en el miedo y la búsqueda de aprobación, que nos iban a dar un sitio seguro para habitar. Nosotras mismas nos vemos débiles o incapaces, por la acusación falsa de que somos infantiles, lo otro, egoístas y seductoras.  Te pregunto si diciendo esto corrompo tu aura, tus ideas, tus sueños o si, solamente, te estoy moviendo a una reacción reactiva y temporaria.

Los padres blancos nos dijeron: Pienso, luego existo.  Las madres negras nos susurraron, mientras dormíamos, poemas que decían: siento, entonces puedo ser libre. La poesía posee el lenguaje para expresar y conducir las nociones y demandas revolucionarias para la implementación de nuestra libertad. 

Sin embargo, la experiencia nos enseñó que las acciones en el aquí y ahora son siempre necesarias.  Nuestros niños no pueden soñar excepto que estén vivos, no pueden vivir si no son alimentados, y quién sino nosotras les van a dar los nutrientes para que sus sueños no sean diferentes de los nuestros?.  “!Si algún día querés cambiar el mundo, nosotros tenemos que vivir para crecer!, gritan los niños.

A veces nos drogamos con sueños de ideas nuevas. La cabeza nos va a salvar. El cerebro nos va a hacer libres. Pero no hay ideas nuevas esperando para salvarnos a las mujeres, como humanas. Solo hay ideas viejas y olvidadas combinadas de manera distinta, extrapolaciones y reconocimientos de nosotras mismas, junto al coraje renovado de probarlas. y constantemente debemos darnos coraje a nosotras mismas y a las otras para intentar llevar a cabo las elecciones eréticas que surgen de nuestros sueños y que nuestras viejas ideas menosprecian. En la vanguardia de nuestro movimiento hacia el cambio, sólo la poesía nos da herramientas. Nuestros poemas formulan la implicancia de nosotras mismas, lo que sentimos dentro y tomamos el coraje para hacer realidad nuestros miedos, nuestras esperanzas y nuestros temores más encarnados.

Vivimos en estructuras definidas por la ganancia, por el poder lineal, por instituciones que nos deshumanizan,  creados para que no sobrevivamos.  Sostenidos como anexos o como pasatiempos placenteros, se espera que los sentimientos se dobleguen ante la dureza como se espera que las mujeres se dobleguen ante los hombres.  Pero las mujeres han sobrevivido.  Como poetas.  Y no hay nuevos dolores.  Ya los hemos sentido a todos. Los hemos escondido en el mismo lugar en el que escondimos nuestro poder.  Resurgen en nuestros sueños, en los sueños que nos señalan el camino hacia la libertad.  Esos sueños se realizan a través de los poemas que nos dan la fuerza y el coraje para ver, para sentir, para hablar y para que nos animemos.

Si consideramos que nuestra necesidad de soñar, de ir a lo más profundo de nosotras mismas, directo hacia nuestros anhelos, es un lujo, renunciamos a la fuente de nuestro poder, de nuestra esencia de ser mujeres, renunciamos al futuro de nuestros mundos.

Porque no hay nuevas ideas. Solo hay nuevas formas de sentirlas -de examinar cómo se sienten esas ideas siendo vividas el domingo por la mañana a las 7 a.m., después del desayuno, durante el amor salvaje, haciendo la guerra, dando a luz, llorando a nuestros muertos- mientras sufrimos los viejos anhelos, combatimos las viejas advertencias y temores de estar calladas, impotentes y solas, mientras probamos nuevas posibilidades y fortalezas.

La poesía no es un lujo – Audre Lorde (Audiolibro)

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