Anhelos de un pasado mejor…

Estos días, pensando y organizando las consignas para la campaña de afiches del 8M, volvimos a mirar los del año pasado.

¿Qué decirles? Una experiencia fuerte, la verdad. 

Es muy impactante ver que hace un año, dábamos por sentadas cosas básicas que hoy parecen anhelos imposibles, lujos de un  futuro idílico.

El año pasado marchamos sin miedo, sin preocuparnos de la seguridad, porque el 8M las calles eran nuestras; hoy estamos cercadas por la vigencia de un protocolo que criminaliza y reprime la protesta. Por la presencia de miles de agentes de las fuerzas de seguridad en las calles amedrentando con su presencia armada a quienes se manifiestan pacíficamente. 

El año pasado, pedíamos el reconocimiento del trabajo doméstico y de cuidados como trabajo, pedíamos remuneración para las tareas de cuidado, igualdad salarial, el pago de la cuota alimentaria, espacios laborales libres de violencia. Que tiempos aquellos… 

Es significativo ver cómo en menos de tres meses, sin que se toque ni una coma de las leyes que consagran muchos de nuestros derechos, están siendo derogados de hecho, una derogación de facto, invisible y eficiente. 

Creíamos que teníamos derecho a estudiar, y sin embargo, gracias a los tarifazos las compañeras no pueden ni siquiera cargar la sube para llegar a la universidad. Universidades públicas en  las cuales más del 50% de la matrícula son mujeres, que serán cerradas o aranceladas en pocos meses. porque el presupuesto que tienen es el mismo que el año pasado con un 150% de inflación acumulada en lo que va del año. No hace falta que nos prohíban la educación universitaria en una ley, la prohibición va a regir de hecho. 

Creíamos que las líneas de apoyo y ayuda para las mujeres que estaban en situación de violencia de género, eran escasas, resulta que ahora no hay ninguna, y están por desmantelar las líneas 144 y 137, mientras los femicidios no paran y  en enero y febrero, según números de La Casa del Encuentro, tuvimos un femicidio cada 24 hs. pero vivimos bajo un gobierno que niega la existencia de la violencia de género.

Creíamos que era muy poco lo que se hacía en contra de la desigualdad de género, y ahora tenemos un gobierno que sostiene que la desigualdad de género es un invento de las feministas, aunque le hayan dado el Nobel de Economía a Claudia Goldín por su trabajo sobre la Brecha salarial, y un presidente hostiga y maltrata a mujeres periodistas, políticas y artistas todos los días en sus redes sociales. 

Estábamos convencidas de que el trabajo doméstico debía ser remunerado, que teníamos que avanzar en la agenda de cuidados, que no alcanzaba con las moratorias para que se jubilen las amas de casa, que necesitábamos una ley, ahora el gobierno no solo no quiere que se jubilen nuestras viejas, quiere sacarles las jubilaciones a las que la tienen y empuja a nuestras viejas a elegir entre comer y pagar los remedios porque ya no existe más el 100% de cobertura por PAMI. 

Y así podríamos seguir nombrando diferencias arrasadoras.

En las asambleas, convocadas por NiUnaMenos para organizar la marcha del 8M,  durante tres jornadas, escuchamos a cientas de compañeras de sindicatos, organizaciones sociales de base, centros de estudiantes, asambleas barriales, organizaciones y colectivas, etc, etc, etc. La amplia mayoría de las compañeras que tomaron la palabra hablaron del hambre. 

Hambre es la palabra que más se escuchó. Y lo que más se sintió es la desesperación de las compañeras que le están poniendo el cuerpo al hambre.

El Estado está siendo desmantelado en forma silenciosa, persistente y constante.

Hoy a esas personas que ya estaban bajo la línea de pobreza, se le suman 6 millones de nuevos pobres en los primeros 60 días de gobierno. Esas personas pobres que por lo menos  comían gracias a la comida que se entregaba a los comedores, hoy ya no comen porque el Estado ha decidido que su política es no entregar alimentos. El 64% de las personas pobres son mujeres y niñas. 

De la misma manera no entrega medicamentos oncológicos ni otros medicamentos  para quienes tienen enfermedades crónicas. 

Dijimos, mil veces dijimos que esto iba a pasar, que lo iban a hacer, que iban a poder, que no hacía falta derogar leyes para arrasar con la débil e incipiente igualdad que íbamos consiguiendo en algunos ámbitos, con la frágil democracia en la que vivimos. Dijimos que venían por nosotras. 

Nos quedamos cortas, la supuesta “campaña del miedo” de la que nos acusaban se quedó corta.

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