Disociada

​​Estoy sentada en el despacho de mi oficina, somos 4 mujeres cada una en un ordenador. Mis compañeras, todas españolas, hablan sobre algún proyecto, comentan alguna novedad, algún chisme del que nunca me entero, escucho nombres que no reconozco (políticas, políticos, famosas), es imposible estar al tanto de todo un mundo cultural nuevo, sus voces son murmullos de fondo. En mis auriculares escucho fuerte y claro una voz familiar (a veces Julia Mengolini, a veces María O’donnell, a veces declaraciones de Myriam Bregman, voy cambiando depende mi tolerancia a la verdad cruda) que me transmite las últimas novedades de la situación argentina, la última canallada de Milei, los números de pobreza que cada vez son más, las personas que quedan en la calle, los comedores sin comida y la clase política (¿opositora?) que sigue durmiendo la siesta mientras las mismas de siempre ponen el cuerpo en la calle. Mis compañeras hablan sin saber que parte de mi está en Buenos Aires. Disociada, alterada, enojada. 

Hace unos días, una mujer española, conocida del trabajo, militante feminista, me reenvió por whatsapp un fragmento de la conferencia de prensa del vocero de Milei donde anuncia la prohibición del uso del lenguaje inclusivo en la administración pública. El vídeo venía acompañado de un texto que decía ‘Espero que no te moleste, SOLO ES PARA INFORMARTE de las penosas medidas que se están tomando’. NO TE JODE (el madrileño de ‘Me estás jodiendo´), me dieron ganas de responderle. Como si no me pasara el día viendo noticias argentinas. Pero fui más correcta y sólo le respondí que ya había visto el vídeo. 

Decidí hace tiempo no conversar de la situación argentina con españolxs. Me agota. Es muy difícil de explicar y del otro lado siempre aparecen los mismo clichés: ‘qué pena, un país tan rico’, ‘pero el feminismo argentino es tan fuerte, como pudo haber pasado’, ‘el problema de Argentina es la corrupción’. Les europees se agarran la cabeza ante la corrupción de los países latinos o africanos pero muy pocos se cuestionan el rol de las empresas y gobiernos europeos en los entramados de corrupción. Prefiero conversar con otras argentinas que están también en esta disociación de tiempo y espacio, hablar, compartir, crear refugio, crear sentido, también con mis amigas feministas de allá (con las no feministas cada vez me cuesta más), hablar mucho, crear puntos de encuentro aunque sea en la virtualidad. 

Al momento de escribir esto faltan apenas 5 días para el 8 de marzo. Me siento una privilegiada porque voy a marchar sin miedo, acompañada por el boulevard del Prado e iluminada por las luces de Plaza Cibeles. Sin embargo, me encuentro más expectante por conocer el impacto de la marcha ‘allá’ que por vivir mi experiencia ‘acá’. Caminaré con el móvil en la mano leyendo las noticias, mirando el congreso por la ventana de Instagram. Disociada, alterada, enojada. 

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