Apps de citas, caos y destrucción. 


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No hay tema que abramos en relación al amor y los vínculos de pareja en la heterosexualidad, que no derive directamente en historias de situaciones de violencia. 

Nos enseñaron que el amor era lo que nos haría felices. 

Parece que no.

Y no solo el amor, les sucede lo mismo a las que buscan encuentros casuales, no hay, si nosotras queremos ellos no quieren. Si nosotras no queremos ellos quieren. Y siempre quieren lo que no queremos, lo que se les niega, todo eso a lo que les decimos que no.


No se si tenga demasiado sentido explorar las causas, intuyo, me animo a decir que la erotización de la sumisión, del sometimiento es algo en lo que se educa a los varones desde muy pequeños, ganar, imponerse, conquistar con violencia, está en el porno, claro, pero también en todo el cine, las series y la música que consumimos, está en la publicidad, en la forma en la que nos enseñan la historia en la escuela, en la política y en todos lados. El varón somete, el varón conquista con violencia, el más varón es el más poronga. Y así estamos. 

Cómo escribe Luciana Peker en su libro Sexteame, una excelente mapa para entender los vínculos en este tiempo y en este territorio, la violencia contra las mujeres adopta esta forma en este contexto histórico en un territorio en el que las mujeres nos despertamos y empezamos a decir basta. Hay una reacción, nos están queriendo hacer pagar el coraje de rebelarnos. Violencia a través de las redes, violencia en las citas, violencia en los chats, maltrato y destrato, misoginia muy muy explícita que dejamos pasar porque por un lado la tenemos normalizada, desde niñas venimos recibiendo violencia simbólica y psicológica que va diezmando nuestra autoestima. Desde que nacemos estamos expuestas a la violencia que implica hacernos encajar en el ideal femenino, modelan nuestro cuerpo con violencia, modelan nuestros gestos con violencia, modelan nuestro deseo con violencia. Nos siembran la verguenza a poco que empezamos a entender de que va la cosa, por gordas, por feas, por no encajar en el ideal de belleza, por nuestros gestos o intereses, siempre la sensación de rotura y de falla, siempre la sensación de que no alcanza de que  todo está mal en nosotras. 

Esos juicios están ahí, enunciados por familia, amigues, instituciones, la cultura, esos juicios están en nuestra cabeza, internalizados.  ¿Por qué nos llamaría tanto la atención cuando nos lo dice un fulano X que conocemos por app de citas o redes sociales? 

Por otro lado, ¿quiénes somos las mujeres sin amor? educadas como seres para los otros como escribe Marcela Lagarde en Los cautiverios de las mujeres, educadas como seres para el amor. ¿Qué somos las mujeres si no somos eso?

Es la narrativa más pregnante sobre la vida de las mujeres, la mujer enamorada está en el pináculo de la felicidad, la mujer que ama, que tiene un hombre que la ama al lado, es la mujer “más feliz del mundo”. Y la que no lo tiene lo está buscando, ese es el motivo de la existencia de las mujeres, buscar el amor, todo lo que hacemos “mientras tanto” es secundario. 

En ese relato las mujeres que son exitosas están aburridas, porque no aman ni tienen quien las ame. Y cuando encuentran el amor, lo dejan todo, porque nada tiene más sentido que seguir al candidato a donde quiera que vaya y proponga. 

En ese cuento, la que no está en pareja ni en la búsqueda es una fracasada, fea, apática, loca, porque como dice Franca  Ongaro, en su libro, Mujer, Locura y Sociedad, es tan exhaustivamente definido y tan pequeño el mundo dentro del cual se deben desempeñar las mujeres que todo lo que se sale de ahí se convierte en patológico, pasás rápidamente a ser la loca. Esa mujer de la que hay que desconfiar porque tiene algo roto. 

Y no hay más, no hay más relatos ni hay más posibles, es tan pregnante y restringido este imaginario, que siempre que puedo invito a las mujeres a hacer el ejercicio de mirar en sus familias y contextos cúal era la mirada sobre las mujeres que no tenían o tienen pareja, y en general aparece esta idea de “pobre mi tia”, o “pobre mi abuela que después de enviudar nunca más tuvo pareja”, pero cuando miramos de frente la vida de muchas de estas mujeres, aparece el deseo de no tener patrón ni marido, que para muchas era lo mismo, aparece el tesón en mantenerse libres. No hay relato que cuente mujeres felices sin pareja. 

No hay más. No hay más nada que hacer con nuestras vidas si no buscamos el amor. 

Esa idea no está sólo afuera, somos producidas con esas ideas adentro, y desencarnarlas no es fácil ni gratis, porque siempre nos quedamos pensando en que será lo que está mal en nosotras que no pudimos /quisimos, cuando otras pudieron / quisieron. 

Nos cuesta mucha vida poder mirar con orgullo estas decisiones, la decisión de no estar dispuestas a negociar nuestra dignidad para tener una pareja. La decisión de no estar dispuestas a atravesar toda esta violencia, en la que ponemos en riesgo nuestra integridad física y psíquica en la búsqueda de ese hombre “diferente”.

Parece que la búsqueda de este señor, es el nuevo camino del héroe para las mujeres, hay que exponerse a todas las violencias para llegar a conocer al indicado, leo en muchos testimonios, algo así “si, es cierto que pasás por todo esto, pero yo así conocí a mi actual pareja que es un varón respetuoso bla bla …”, o “si, hay mucho de esto, pero también hay varones que valen la pena”… 

Entonces estamos pensando que la exposición a esta violencia es lo que toca, el sacrificio necesario, la prueba de fuego para llegar al amor. La que se esfuerza lo suficiente, la que lo da todo, la que se expone a los peligros, lo consigue. 

Y bueno, las que no, son flojas o cobardes, algo así. 

Otra vez nos estamos mordiendo la cola. 

Porque además, en ese “atravesar” muchas quedan en el camino, no solo porque mueren a manos de parejas o ex parejas, sino porque en general lleva muchos muchísimos años recuperar nuestra salud mental, que como la de todes les humanes, es frágil. 

Hacemos esta campaña porque la cantidad de femicidios y ataques sexuales, cada vez con mayores de niveles de crueldad, no paran de crecer, y acá está el nudo central de todo esto, este es el nudo que no logramos desatar, porque aún entendiendo cómo funciona, queremos estar ahí, nos exponemos a la violencia, al peligro, seguimos creyendo, confiamos cuando todas las banderas rojas están desplegadas, desoimos las alertas que nos da nuestro cuerpo, el amor es el opio en la vida de las mujeres.

Necesitamos desintoxicarnos, entender que es antes, antes de entrar, que no es gratis dejar pasar las alertas, que una vez que entramos, salir a veces nos lleva años, a veces nos cuesta la vida. 

Soltar la novela, soltar la ingenuidad, soltar todo lo que nos enseñaron sobre el amor de pareja.

Nos queremos vivas, 

#NiUnaMenos. 


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