Banderas rojas …

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La fotopija, el maltrato, los chistes machistas, los comentarios misóginos, las ex que son todas las locas, las minas todas locas, el que te aclara que es un aliado deconstruido, el que te comenta sobre tu cuerpo, el que te manda fotos que no pediste, el que te pide fotos sin o con hola de por medio. El que te chamuya amor de la vida a los cinco minutos, y la lista sigue. 

Banderas rojas.

Vos sintiendo algo en la panza, en el pecho, o en las manos, el corazón que se te acelera, el cuerpo que se pone en alerta, capaz las manos transpirando, dolor de panza, incomodidad, tu cabeza como si las neuronas se chocaran entre si..  

Banderas rojas.

Y la duda, ¿estaré exagerando? ¿seré yo? ¿Estaré muy sensible? 

¿Cómo no te diste cuenta antes? Nos preguntan.

¿Por qué dejamos pasar las banderas rojas? Nos preguntamos.

Porque toda nuestra educación, formal e informal a lo largo de la vida, es una educación para facilitar el abuso y la violencia, para que nos volvamos víctimas sacrificiales del patriarcado. 

La presión para emparajarnos.

El príncipe azul

El salvador

Que el amor todo lo puede

Que con mi amor lo voy a salvar/ transformar

Que a mi no me va a pasar

Que seguro estoy exagerando

Que la rota soy yo

Agreguen las suyas…

Desde niñas nos educan para no ver las banderas rojas ni escuchar las señales de nuestro cuerpo, nos enseñan que tenemos que ser diferentes, otras, nunca nosotras. 

Desde niñas aprendemos a no oir las señales de nuestra incomodidad y dolor cuando nos presionan para ser amables, para agradar, para obedecer y nunca jamás incomodar. 

Desde muy pequeñas se nos inocula la verguenza por ser como somos, y la idea de que si no cambiamos, nadie (ningún varón) nos va a querer; y ser queridas es lo más importante, es lo único que nos convierte en verdaderas y buenas mujeres. 

Desde chiquitas la presión para tener pareja, ¿tenés novio? te lo empiezan a preguntar en el jardín de infantes. Las pelis, los juegos, los juguetes, maquillaje, trajes de princesas, ahora las nenas juegan al spa y a ser modelos, y todo lo que se le sigue regalando a las niñas para que se conviertan en buenas mujeres. 

Vamos a la primaria y la principal preocupación que tienen las nenas es que alguien se enamore de ellas. Hojas y hojas de diarios íntimos, que se llevan horas y horas de nuestras vidas contando historias de amor en las que solo participamos nosotras, porque el destinatario de nuestro enamoramiento y admiración, ni enterado, en la suya, en la de los varones, que es el mirarse a si mismos, hacer lo que les gusta, hacer para sus pares y con sus pares. 

Mientras tanto, está la educación en la belleza que contribuye a rompernos y a allanar el terreno, desde la primera vez que te dicen que como sos nadie te va a querer, (se refieren a “ningún varón”) porque la apariencia de tu cuerpo o tus gestos no encajan en el ideal femenino, y vos sentís que hay algo en eso que te están diciendo que está mal, sentís lo mismo, el corazón acelerado, las manos que transpiran, la angustia, pero te lo están diciendo estas personas que te quieren y te cuidan, para que seas feliz como son felices las mujeres, seduciendo, enamorando, teniendo pareja, para tener hijes, y bla bla bla. 

Y las primeras veces que nos violentan y tenemos ganas de llorar, las primeras veces que nos acosan y estamos asqueadas y queremos prender fuego el mundo, a nuestro alrededor a nadie le parece tan grave. 

Del otro lado, del lado de quienes ejercen la violencia, tampoco nada parece tan grave, para nada, todo es chiste y gracia, acosar, tocar, violentar es un juego entre machos. Lo hacen como gracia entre compañeros. Nunca la mirada está puesta en nosotras como un otros, sino como simples objetos de esa violencia, lo hacen porque ven a otras hacerlo antes que ellos, así se inician los varones entre ellos en la violencia, los más grandes enseñándoles a los más chicos a violentar. 

También lo vimos en nuestras familias, muchas de nosotras educadas por padres violentos, y madres que agachaban la cabeza porque no les quedaba otra y cuando querían rajar siempre había una o uno para decirle que no exagere, que el señor era un trabajador, que no lo pusiera nervioso, que lo haga por los chicos. 

Lo vimos en las series y películas y hoy más que nunca lo escuchamos en canciones, la violencia erotizada, la lógica del matón erotizada.

Nosotras también vamos aprendiendo que lo que está mal no es lo que nos hacen, es lo que sentimos cuando nos hacen lo que nos hacen. Lo que está mal es rechazar al tipo que te violenta a la primera, “que exagerada”, ¿no te das cuenta que todos hacen eso? 

Claro que todos lo hacen. Todos lo hacen porque pueden.

Lo dejamos pasar porque nos enseñaron que eso es lo que hacen las buenas mujeres, que decir algo es de exageradas, que el silencio y la incomodidad son el precio para tener pareja y tener pareja es lo más importante en la vida de las mujeres.

Pero nos están matando, grita una compañera allá al fondo, no importa gritan las voces de adelante, sigan chicas sigan, que de algo hay que morir.

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