¿Cuándo descansan las mujeres?

Eso nos estuvimos preguntando estos días;  y llegaron como siempre cientos de testimonios para abrirconversaciones. 

Que no, que no se puede descansar siendo mujeres.

Que es imposible ser madre y tener tiempo.

Que las vacaciones en familia son trabajo para las mujeres

Que eligen mal a sus parejas

Que si, que se puede, que hay que poner límites

Que si, que se puede, que es una lucha, pero se puede

Que si, que cuando te separás, sucede. 

Sabemos que es una conversación que puede resultar banal en estos tiempos de supervivencia. Y al mismo tiempo sabemos que para que no se normalice esta forma de vida a la que nos están llevando, necesitamos hablar del descanso.

La conclusión general es que no descansamos, que el descanso es mucho más que un lujo para las mujeres. Que la inmensa mayoría hemos normalizado que ese nivel de extenuación, entrega, servilismo en el que vivimos, atendiendo a parejas, hijes, familia “es lo normal”, que robarle a la diaria un ratito de descanso, es un privilegio.

Hoy las mujeres que crían a sus hijes, en su mayoría también trabajan fuera de sus casas, y viven en condiciones de extenuación, iguales o peor a las de nuestras abuelas. El ideal femenino no para de sumar obligaciones a las mujeres. Tenés que ser buena madre, buena, hija, buena esposa, buena en el trabajo, buena en la cama, y ojo, no te abandones, ocupate de tu apariencia. 

No se puede, es mucho, excede lo posible. Pero no lo vemos.

Nadie puede vivir sin descansar, escuchando en forma permanente las demandas de hijes, parejas, familia. Agobiadas por la culpa, no nos permitimos tomarnos un tiempo para nosotras, y cuando digo un tiempo estoy hablando de unas horas. Unas poquitas horas de silencio, de volver a nosotras, de sentir el cuerpo, de descansar. 

Si nosotras no descansamos es porque hay otros que descansan en nosotras.

¿Quienes son esos otros?

¿Quienes se favorecen con ese trabajo que nunca se detiene y que nadie valora?

Hay muchos beneficiarios, los cercanos, directos, nuestras parejas que ven producida sus vidas por nosotras en forma gratuita lo que les permite no tener que ocuparse de muchísimas cosas que recaen sobre nosotras, porque sí. Porque siempre fue así. 

Nuestres hijes que ya no son pequeños, a quienes seguimos sirviendo como si lo fueran.

Pero también y fundamentalmente las empresas, el Estado, todos los empleadores de todos los sectores de la economía, que tendrían que pagar salarios que no fueran de hambre para que las personas pudieran producir sus vidas si no existiera nuestra servidumbre. 

¿Cuánto sale que te laven la ropa? ¿Cuánto sale que se ocupen de hacerte las compras? ¿Cuánto cuesta llegar a tu casa y tener un plato de comida? ¿Cuánto cuesta que alguien se ocupe 24/7 de tus hijes? ¿Cuánto cuesta todo lo que hacemos? 

El salario debería cubrir todo eso que hoy cubre nuestro trabajo.

¿Sabías que el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado representa el 16.9% del PBI del país?. Es más de lo que  aporta toda la industria;  que representa el 13%. 

También se beneficia el Estado que tendría que ocuparse de cubrir los cuidados de una manera muchísima más intensiva y completa si no fuera que nosotras lo hacemos por amor o por culpa. 

¿No dicen que nada es gratis? ¿No dicen que cuando algo es gratis es porque otre lo está pagando?

Lo pagamos nosotras con nuestros cuerpos, con nuestras vidas. Esas horas de trabajo extenuante, ese sin parar, esa sensación de no dar más.  

No es casual que las compañeras que lograron hacerse de esos momentos de descanso,  cuenten que tuvieron que batallar por ellos. 

¿Por qué tenemos que batallar por el descanso?

Porque hay quienes se sienten acreedores de nuestro servicio 24/7 y se consideran con el derecho a exigir ese crédito de servidumbre, llámense parejas, llámense hijes y si no cumplimos, somos ubicadas en ese lugar imposible para las mujeres que es el de las malas. Porque si no sos sierva, sos mala. Por eso nos cuesta tanto salir de ahí, por eso explicamos tanto y sentimos tanta, tanta culpa por querer descansar. Culpa por querer descansar. Digamosló de nuevo, culpa por querer descansar. No tiene sentido, no es justo. 

Batallamos también con nosotras mismas para descansar porque en esta educación que hemos recibido en el ideal femenino, las buenas mujeres, las que valen la pena, son siervas, aceptan la explotación y el abuso que implica servir gratuitamente a otres, en silencio y con una sonrisa, y lo hacen hasta el límite de sus posibilidades y sus fuerzas. Cuanto más sacrificadas por los otros, más buenas, más queridas, más celebradas. 

No querer hacerlo, de alguna manera nos degrada frente a la mirada de propios y extraños, nos ubica en el lugar de las egoistas, de las rotas y las malas. Convenientemente, 

ninguna de nosotras quiere ser “la mala”.

Pero seguir siendo las buenas, nos sale muy caro, porque en una vida de subsistencia, ninguna puede pensar, no hay tiempo para la reflexión, mucho menos hay tiempo para la rebeldía. 

Cuentan las compañeras que pudieron recuperar algo de ese espacio de descanso para sí mismas, que en algunos casos llegaron al extremo de enfermarse psíquica o físicamente, es que no somos ilimitadas, no somos robots, somos personas que necesitamos el descanso que nos repara, para vivir, sino, nos rompemos. 

Otras cuentan lograron un tiempo para si mismas, después de años, de conversaciones y negociaciones con parejas. Otras cuentan que recién conocieron el descanso cuando se separaron y que recién ahí se dieron cuenta de la situación de explotación en la que habían vivido hasta ese momento. 

Batallamos para recuperar una pequeñísima porción de nuestro tiempo.

Porque las mujeres con  tiempo son peligrosas para este orden social político y económico en el que vivimos. Las mujeres con tiempo corren el riesgo de tomar conciencia de su propia explotación de su condición de ciudadanas de segunda, de abrir los ojos, de querer cambiarlo todo. 

Estamos en un momento histórico en el que como dice Silvia Federici, nuestros cuerpos de mujeres trabajadoras, de mujeres madres, están siendo cercados de muchas maneras, la vida se precariza, nuestro tiempo no vale nada, adentro y afuera de nuestras casas, trabajamos para poder seguir trabajando y permanecer con vida, para que unos pocos se llenen los bolsillos.  

Es importante que no lo normalicemos, es importante esta “batalla” que damos, cada una, en cada casa, como puede, por nuestro tiempo, por el ocio, por nuestra autonomía, por poder ser humanas.  

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