No me cuenten más historias – el derecho de piso

Me la re banco. Lo dije y me lo repetí mil veces y tantas más se lo escuché decir a otras migrantas. Lo recitamos como si estuviéramos rezando, antes de salir, de irnos y durante mucho tiempo tras nuestra llegada a este nuevo lugar. Suena a guerra, ¿no?

Si, porque, un poco, nos hacen creer que lo es. Venimos a pelear por nuestros sueños, a que se cumplan nuestras expectativas o a hacer lo que tanto nos dicen: que todo valga la pena. El esfuerzo, el sacrificio, el luchar hasta conseguirlo nos va a asegurar el éxito.

– Ya está, con esta sí que pagamos nuestro derecho de piso, se rio sarcástica una compañera del café, en Londres, en donde trabajábamos limpiando los baños. 

No hablábamos bien inglés y es lo que tocaba.

– Hago lo que sea, no me importa, le aseguré a la dueña para convencerla de que me diera el trabajo. No solo me lo dio, sino que pagué caro por mostrar tamaña necesidad y por la inocencia de poner en mi CV que era una flamante abogada, recibida meses antes en otro país. Quería demostrar que era la buena migranta que venía a contribuir, a participar y a integrarme. La mina no me pagaba el sueldo mínimo, ni respetaba ninguna de las condiciones laborales (que aprendí después) me protegían e hizo de cada hora que pasé en ese café un verdadero infierno.

Esto no solo puede pasar en el trabajo, sino también alquilando una habitación, estudiando, conociendo gente, en todos lados, y, más, siendo mujer migranta o impactada por otra interseccionalidad de raza, clase, etc.

Aguantar algún que otro abuso o injusticia hasta alcanzar esa tan esperada integración o sueños por los que nos mudamos. El mito del derecho de piso está tan inherente en nuestro inconsciente colectivo que si no estamos atentas pasa casi desapercibido. No porque seamos tontas, sino porque es una más de las falsas promesas de una sociedad construida para que no nos sintamos bien y que perpetua la violencia.

Reconocer la fantasía y combatirla con información sobre nuestros derechos nos protege. Salir de esas situaciones y, si no se puede pedir ayuda, a otras migrantas, a organizaciones o a amigas en nuestros países que dejamos. Si las expectativas no se cumplen no es porque estemos rotas, sino porque el aterrizar a este presente, cambia las reglas de juego, la vida, te cambia.

Deja un comentario

Carrito de compra
Abrir chat
💬 ¿Necesitás ayuda?
Hola 👋🏻 Estamos disponibles para ayudarte!