La media vuelta

Lo que no está a veces me da tristeza.

Son muchas las liberaciones que vienen con la migración y muchos los duelos también.

Hay días en los que me lleno de recuerdos de mi vida en Chile.

Pero acostumbrada como estoy a caminar de frente, me cuesta quedarme mirando esos recuerdos. Porque hay que seguir caminando, hay que lograr los objetivos propuestos y hay que seguir haciéndose una vida aquí. Si paro empiezan a surgir las dudas y los cuestionamientos. Y ese puede ser un camino peligroso. Un par de pensamientos más y aparecen los miedos. Y si me equivoqué? Y si me vine para arrancar de situaciones difíciles en vez de aprender a enfrentarlas? Fue bueno venirme con mis hijos arrancándolos de su mundo conocido? Un paso rápido por esos pensamientos y vuelvo a mirar adelante. Porque aprendí que adelante está lo que deseo y lo que me hace bien. Un futuro mejor para mis hijos, un entorno más seguro.

Pero también me canso. Me aburro de mirar siempre  al frente, de tener una meta, un deseo.

Ahora quiero aprender a mirar hacia atrás y en este acto estoy sintiendo un alivio profundo. Me detengo a observar las imágenes de ese pasado. Con-templo  los paisajes de donde vengo más allá de la primera sensación de tristeza. Me permito esa tristeza y sin resistirme a ella al rato comienza a diluirse y desaparecer. Y quedan flotando esas caras amadas, las montañas gigantes, los cielos estrellados, los bailes de alegría, el compartir alrededor del fuego, las gallinas, la huerta.

En el viaje hacia atrás me doy cuenta que es también un viaje hacia adentro. Hacia encontrarme con el incansable intento de ejercer mi  libertad para decidir en mis propios tiempos y términos. Y aquí la percepción lineal del tiempo cambia. La Silvia de esos recuerdos pasados y la de ahora se miran, se reconocen, se saludan. Se sienten conformes con las decisiones. Chile y España parecen no ser países diferentes. Aparece un nuevo espacio territorio que habitar. Uno que no cuenta años ni kilómetros.

Se suman a este nuevo territorio nuevas caras amadas, un mar tranquilo, una ciudad activa, conversaciones en el parque, edificios antiguos, idiomas variados, abundante sol.

Es difícil estar siempre segura de que migrar fue una buena decisión, pero fue mía. Y ahí me quedo, contruyendo este nuevo territorio en el que me reconozco como autoridad.

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