Actualizar los costos

En este nuevo contexto político, seguir compartiendo entre nosotras estrategias para vivir una vida a nuestro nombre en lo cotidiano, como venimos haciendo, como proceso personal y colectivo, ¿es fingir demencia, es un acto micropolítico o qué es?  ¿Queremos seguir haciéndolo?  ¿De qué modo?  ¿Cuál es el costo de hacerlo y de no hacerlo? 

Creo que podemos tener cierto impacto en cómo transitamos estos tiempos.  No es lo mismo transitarlos en soledad o en diálogo con compañeras con quienes sentimos afinidad, no es lo mismo transitarlos en contacto con nuestras emociones e intentando cuidarnos, que desconectadas de nosotras mismas y de las demás.  

En estos meses de incertidumbre en que se potenció de manera contundente la realidad de que convivimos con discursos y sucesos contrarios a nuestros reclamos como feministas, hemos explorado y compartido voces que nos ayudan a valorar nuestros saberes y desarrollar herramientas.  Los temas sobre los que venimos reflexionando toman nuevas dimensiones: nuestra autoestima, nuestra soledad, nuestras redes afectivas, los costos de nuestras decisiones, nuestra comodidad e incomodidad.

Empezó otra etapa.

Abrir los ojos a los costos

Los costos de identificarnos como feministas, decir o escribir lo que pensamos en diferentes medios, salir a la calle a reclamar, intentar quitarnos el patriarcado del cuerpo y la cabeza, cambiaron.  

Con lo cual, es tiempo de volver a ponderar costos con lucidez y conectadas con lo que sentimos.  La experiencia de cuán costoso nos resultó hacer o decir algo en otro momento, no resulta fácilmente trasladable a las situaciones actuales.  Lo mismo con los beneficios.  Nos pueden aparecer muchas dudas.

Me parece que es tiempo de tomarnos a nosotras mismas muy en serio, tomar nuestros límites muy en cuenta.  Cuando hacemos algo que no nos termina de cerrar, seguramente estamos minimizando costos.  Cuando dejamos de hacer algo que realmente queremos por no incomodar a otras personas, también podemos estar minimizando costos.  

La incomodidad de los costos

¿Podemos elegir la comodidad en nuestras vidas? Me parece que la elección no es entre la comodidad y la incomodidad, sino entre dos incomodidades diferentes.

Una incomodidad sería la que experimentamos cuando intentamos acomodarnos a los mandatos de género y la otra es la que sentimos cuando intentamos salirnos de ese molde.  Ambas tienen un gran costo. 

En este contexto, ya sentimos con más contundencia la segunda incomodidad, la que nos generan las reacciones de las demás personas cuando decimos lo que pensamos, reclamamos, nos enojamos, ocupamos espacio, no estamos disponibles, nos vestimos cómodas.

Estamos recalculando, repensando cómo ubicarnos, qué lugares ocupar y cómo, más atentas que siempre, actualizando los costos de nuestras decisiones y volviendo a elegir con esos nuevos datos.  

Encontrarnos y acompañarnos en este proceso nos puede aliviar e inspirar, puede darle sentido a nuestro día a día en este presente que percibimos hostil y con perspectiva oscura. Nos recuerda que somos muchas, que #NosTenemos y que contamos con saberes y herramientas muy valiosas desarrolladas por la genealogía a la que nos inscribimos y que nos sostiene.

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