Mientras la propiedad de la tierra y la riqueza en el mundo se encuentra concentrada en los varones, mientras el trabajo doméstico, de reproducción y cuidados sigue siendo realizado por mujeres en forma gratuita en todo el mundo, mientras la participación en política, sindicatos, y espacios de poder sigue siendo mayoritariamente ejercida por varones, mientras la pobreza está absolutamente feminizada, a nosotras, a las mujeres, los medios y los contenidos que nos bombardean y se nos dirigen desde todos lados (incluidas series, películas, canciones, blogs de belleza y moda, influencers fit y demás) nos siguen hablando del amor heterosexual, del cuerpo, de la moda y de la maternidad, como únicos espacios posibles de realización y expresión, cómo cuestiones identitarias del género “estos son los temas que te tienen que interesar si sos mujer”.
No se nos habla de dinero, ni de política, ni de finanzas ni de negocios, ni de desigualdad, no se nos educa para la independencia, para el interés por los temas sociales, para la representación, para el coraje, para la lucha, para alzar la voz, para entender que todo lo que hacemos es político, que en el encuentro con les otres construimos, que nuestra potencia para crear y transformar es infinita, que somos manada y jauría.
No, nada de eso. Lo que nos venden es un modelo consumista, alienante, superficial y banal, donde nuestras preocupaciones son /deben ser individualistas, intrascendentes e insignificantes, donde las otras son competencia.
Ser F.E.A.S. (Fuertes Acción Sorora) también es rebelarnos frente a esto, rechazar estos consumos, dejar de mirar la balanza y el pozo de la celulitis, levantar la mirada, tender lazos, encontrarnos y construir, porque no hay más tiempo ni más vida para perder.