Seda

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Fragmento «Seda» de Ana Ojeda

Contra todo pronóstico, Seda y tía de pronto viuda no se llevan. Es un descubrimiento que las deja muy sorpresa a las dos. Ambas ansían que la convivencia funcione, pero no hay caso. Animosidad arranca por la comida.
Seda compra cosas que tía de pronto viuda no quiere a su alrededor. Alcoholes. O budines, fruta seca o abrillantada
para colmo glaseada,
arroz con leche, puro azúcar y canela, cosas que le tientan la glotonería, la invitan al desmán, anulando o sobreescribiendo su rígido control psíquico de la cuerpa rebelde, perseguidora del placer, en fin: cosas que ella no quiere dando vueltas por su cocina.

Por favor te pido basta. Y en seguida la incomprensión se manifiesta con signo de interrogación:
¿Por qué no te cuidás? ¿Por qué esta manía de autoboicotearte?
¿De dónde te sale este empeño en afearte?
A pulso, fuerza sobrehumana en silente movimiento interior, Seda permanece impávida cuando sobrevienen estos careos espontáneos, rojo pancora los cachetes, sonrisa culposa, la mirada en el piso. Siente removerse adentro suyo un algo poderoso que pugna por salir pero lo domina porque liberarlo sería estallar en pedazos, abandonar para siempre la única versión de sí misma que conoce. Quisiera llorar. Llorar y gritarle a tía de pronto viuda que la deje en paz, fea será ella, vieja de mierda. En lugar de eso, se acerca como una autómata a la canilla, se sirve un vaso de agua. En el departamento de Mimarido había filtro y el sabor,
la verdad, era mejor.

Recuerda Seda googlear y descubrir que se trata de un ítem casi barato, lo que cuesta pasta, postre y bebida para una en Spiagge di Napoli. No se lo comenta a tía de pronto viuda, la tildaría de extravagante. Actúa Seda entendimiento, mirá si vamos a estar
para gastar
en semejante pelotudez…

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