Es feriado, por la ventana abierta al balcón entra la música. “El vecino” que toca los días de descanso. No se cual es el departamento, ni el edificio; el sonido viene del pulmón de la manzana. Paula me mira y dice, “volvió a tocar”. Si, volvió a tocar.
Es un piano, hacía varios meses que no lo escuchábamos, pienso que quizás él, ella o elle, no vive en esa casa, quizás es la casa de una madre o una abuela que conserva un piano, y que cuando visita esa casa, su cuerpo le lleva al piano, porque el cuerpo recuerda.
La melodía sigue un rato mientras las dos hacemos nuestras cosas en silencio, acompañadas por la música “del vecino”, calladas. Es Silvio, me dice Paula y me mira a los ojos. Si, es Silvio, respondo con la palabra y la mirada. Entendiendo todo lo que me quiere decir con ese “es Silvio”.
Paula tararea un pedacito, y ahí la agarro, la siento, y tarareo yo también. Es Silvio. Mi cuerpo también recuerda.
El piano sigue sonando y de otro departamento llega la misma melodía pero esta vez en versión silbido, alguien más la chifla. La miro a Paula y ella me sonríe.
Me emociono. Porque “es Silvio”, porque alguien más la canta con silbidos, alguien que seguro recuerda y sabe que es Silvio y todo lo que quiere decir.
Me emociono, porque justo ahora Silvio, en este presente. Porque qué difícil que la tenemos hermana.
Seguimos trabajando en silencio, y al rato Paula me dice “una mujer con sombrero”; la miro sin entender, “la canción”, dice, es una mujer con sombrero. La busco, Oleo de una mujer con sombrero, le doy play.
Y de abajo alguien la vuelve a silbar y yo lo acompaño con mi silbido.
Silvio me ronda desde anoche porque aparece su voz en la película/ documental, “Memoria Infinita”, que habla de las cosas en las que creemos, la memoria colectiva, la memoria del desastre y del horror, pero también la memoria de la dignidad de resistir, la memoria de la resistencia al desastre, al horror, a la pobreza y al hambre que generaron las dictaduras de América Latina, para arrasar con todo; habla de la necesidad de mantener viva esa memoria para saber quienes somos y habla de la ternura, habla mucho de la ternura indispensable para sostener la vida.
Augusto Góngora, el protagonista es un periodista documentalista que en la dictadura de Pinochet registraba el hambre, las detenciones, todo lo que pasaba a plena luz del día, pero que nadie veía, porque cómo él dice, al mismo tiempo que empezó la violencia, empezó el silencio, que es una de las formas de la violencia.
En la peli se ve a un Augusto jóven, entrevistando, filmando para que haya registro de lo que nadie contaba, quizás de lo que nadie quería saber, porque si sabés tenés que hacer algo para no morirte de tristeza y de indignidad. Augusto hacía circular y copiar sus videos entre estudiantes y trabajadores; también los sacaba del país como una forma de romper el cerco de silencio de los medios.
Augusto, el guardián de la memoria, tiene Alzheimer y el documental lo muestra a él y a Paulina su compañera, en el ejercicio diario por recordar con ternura.
En la película también aparece Silvio cantando ¿A dónde van?
Cuando terminó la película, muy conmovidas, nos quedamos hablando de la resistencia y la memoria. De la importancia de ese ejercicio repetido de recordar y recordar, y de que cada vez que pretenden que nos olvidemos recordamos más. Recordar es una forma de resistir, porque en el recuerdo de quienes resistieron, en el ejercicio de esa memoria está la semilla de la resistencia frente a la crueldad, al hambre, al terror que vuelve tan fuerte en este presente.
Anoche soñé con la película, con Augusto. En el sueño, yo tenía miedo de los palos y los tiros; mi miedo de estos días. Un miedo que también es colectivo y que sin embargo en lugar de hacernos quedar adentro nos empuja a salir, porque la memoria también empuja.
Me desperté pensando en que es por eso. Es por eso que odian nuestra cultura que siempre recuerda, por eso odian tanto a nuestros artistas que nos recuerdan quienes somos y de donde venimos, por eso odian que recordemos, y quieren tanto que olvidemos. La memoria empuja y acá estamos.