¿Vale la pena?

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Cuando me fui de Argentina la primera vez, tenía 27 años. El destino: Nueva York. 

Las pocas veces que tuve que hacer trámites en el Consulado de Estados Unidos en Buenos Aires, me sentía básicamente sospechosa por portación de edad y nacionalidad. Una argentina joven que está yendo a USA dos o tres veces en el mismo año, seguramente estuviera buscando quedarse. 

El grado de paranoia que esto me provocaba era altísimo. Me acuerdo de viajes en estado de persecuta, casi once horas en el avión pensando qué podía salir mal, con miedo de que me deportaran. Realmente no había motivos, pero igual, me sentía ilegal, algo que jamás me había pasado antes.

A principios del año 2001, decidí que si me iba, sería con papeles o, si no, prefería quedarme en mi país. No era un tema moral sino que no me sentía capaz de convivir con la ilegalidad. No iba a poder soportar estar atrapada en el país sin poder salir.

En mi caso, quedarme dependía de conseguir trabajo. Cada viaje era una especie de cuenta regresiva en la que sabía que, como máximo, tenía 3 meses para lograrlo, que es lo que dura la visa de turismo.

Estaba buscando trabajo como creativa publicitaria. 

En un momento, una agencia me ofreció trabajar por un mes a prueba. Lo acepté, necesitaba el dinero. Empecé a trabajar mientras seguía buscando alternativas. Hasta el último día no me contestaron sobre la visa de trabajo, así que decidí irme por más de que me pedían que me quedara unos días más. Al día siguiente, me llamaron para decirme que me contrataban. La felicidad, la alegría, la tranquilidad que sentí, no puedo transmitirla con palabras. 

Me quedé viviendo en Nueva York casi 6 años, y, una vez que volví a vivir a Buenos Aires, seguí trabajando para Estados Unidos por 10 años más, yendo y viniendo cada tanto.

Una cosa que quiero decir es que me fui sin conocer a nadie en Nueva York, ni siquiera a una persona, no tenía ni un contacto. Todos los datos de posibles trabajos, los saqué de internet. Aun así, me trataron muy bien y con respeto. Me pagaban mejor que en Argentina y tenía horarios lógicos en la oficina, cosa que nunca antes me había pasado. Pude empezar ahí a vivir mejor.

Cuando hacía solo 3 semanas de que me había instalado con mi visa de trabajo fue la explosión de las Torres Gemelas. Realmente sentí muchísimo miedo, estaba totalmente desprotegida y perdida. Tuve la enorme suerte de que mis compañeros de trabajo me ayudaron, casi sin conocerme, de un modo por el que estaré eternamente agradecida, ya que yo alquilaba una habitación en Brooklyn y habían cerrado todos los accesos.

En la segunda emigración, mi marido y mis hijos tenían pasaporte español. Yo no. Y por más de que estamos casados legalmente, con el matrimonio inscripto en el Consulado de España en Argentina, esto no te habilita a tener la nacionalidad. Con lo cual, inicié el proceso de sacar el NIE, que es el DNI para extranjeros con permiso de residencia. Gran parte de los trámites los hice desde Buenos Aires y el resto ya en Madrid.

Lo más complejo que recuerdo de todo el tramiterío, es conseguir turnos. A veces es solo una cuestión de paciencia. Una puede pasarse días intentando conseguir cita, es agotador y da mucha ansiedad. 

Una vez que se se cumplieron los plazos que me permitían pedir la nacionalidad, decidí pagar un abogado. Antes, no sabía que existía esta opción, aunque ahora me parece obvia. A veces, por el apuro de resolver cuestiones legales que tienen un plazo, una no se da cuenta de lo evidente. Bueno, no es lo único que hay que resolver en una emigración, son miles de cuestiones al mismo tiempo, desde lo más pequeño hasta lo urgente. Y, en general, se hacen nudos en los cuales si no resolvés esto, no podés avanzar con lo otro. Por ejemplo, las cuentas bancarias, los alquileres, las líneas de teléfono, etc. Es muy difícil porque coincide con un momento donde uno está dejando casi todo lo conocido. Donde esto ya lo tenías resuelto en tu país. O sea, es un desafío y hay momentos en los que se siente ¿quién me mandó a meterme en esto? 

En algún punto, como sea, todo se va resolviendo y se va armando la vida que uno vino a buscar. Es complicado y estresante. La pregunta es: ¿Vale la pena? 

Hoy, muchos años después de mi experiencia en Estados Unidos y ahora ya hace 5 años y medio en España, en mi caso, súper valió la pena. La burocracia, los papeles, son parte del precio a pagar. Y nadie puede decirte si vale la pena ya que la pregunta es personal e intransferible, como los putos trámites.

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