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Despertarme, agarrar el celu y apretar el botón para salirme del modo ‘silencio’ mientras veo cómo se va llenando mi pantalla de notificaciones que recibí mientras dormía. Por la zona horaria del país en el que vivo, algunes de mis amigues ya están terminando su día mientras yo lo estoy recién arrancando. Los mensajitos me acompañan, junto con cientos de stickers que como buena Millennial, “colecciono”.  Tengo la costumbre de organizar una video llamada mensual, de un par de horas, en la que nos ponemos al día con mis amigues, les que están más cerca de mi corazón y yo del suyo. Llamadas 1-1, no soy una persona de grupos, necesito escuchar atentamente, que me cuente y contar sintiendo esa cercanía. Con mi mejor amiga hacemos llamadas de audio, normalmente para acompañarnos mientras caminamos a algún lado u ordenamos la casa. 

Siempre digo que lo bueno de haber vivido en tantos lugares son las amistades que hice. Lo malo fue, por mucho tiempo, no saber si esa amistad iba a ser lo suficientemente fuerte como para sobrevivir esa falta de cotidianidad real, ese café, mate, comida con charlas en donde el silencio no se interrumpa con un: – ¿seguís ahí? se te fue la conexión. Hoy, en cambio, vivo esos vínculos que sobrevivieron como uno de mis superpoderes. Son esas poquitas personas con las que me siento totalmente segura, escuchada, contenida, sostenida, libre sabiendo que no me juzgan. Elles crecieron conmigo, fuimos dejando de reírnos de cosas que no eran chistes, paramos de repetir cosas que consideramos verdades y que no las eran, empezamos a hablarnos en preguntas sabiendo que muchas todavía no tienen respuestas. Aprendimos a poner límites para saber con firmeza a donde no es, aunque eso haya significado que era nuestra amistad la que no era. Vivimos lo especial que fue ese reencuentro años después, tan distintas pero iguales.   

Se me hace muy loco pensar que nunca más voy a volver a vivir en la misma ciudad que algunes de mis amigues, pero, yo que me considero tan creativa, me niego a repetir conceptos hechos a medida de otros, creo los míos, los que me hacen bien y esta manera de relacionarme me llena. Me siento acompañada, en todo momento. Extiendo las fronteras de lo físico, y si bien un mensajito, una canción, un meme nunca va a suplir un abrazo en vivo y en directo, sé que estoy a una simple llamada de distancia y sé, también, que siempre vamos a encontrar la manera de volver a vernos, como lo venimos haciendo desde hace años.

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