¿Dónde está nuestra dignidad?

Si te gustan / sirven nuestros contenidos apoyanos económicamente acá

Mi hermano se separó y, en una cena, algunos sobrinos le hacían comentarios y preguntas que dejaban en evidencia las libertades que le atribuyen en su nuevo estado. Acoté como pude, desde la incomodidad y la indignación que sentía. Después, sola, pude elaborar. Yo me separé hace cuatro años y no recibí de ellos ninguno de esos comentarios y preguntas indicadores de libertades.

Mi ex me avisa por whatsapp qué días de la siguiente quincena él se hace cargo del cuidado de nuestrxs hijxs.  Enseguida me pregunto, ¿y los demás días? ¿yo también elijo qué días estoy dispuesta a cuidar a mis hijxs?  Además, hay tareas que solo se hacen cuando están conmigo, ¿a eso alguien lo elige?

Pierdo mi dignidad cuando me siento atropellada, cuando me parece que no puedo hacer nada para evitar que se aprovechen de mí, cuando no puedo elegir yo qué hago y qué no hago, cuando me acomodo a los deseos y necesidades de las demás personas.  

Recupero mi dignidad cuando presto atención a identificar mis necesidades y a pensar cómo satisfacerlas, cuando me apropio de mi autonomía y tomo decisiones en función de mi conveniencia y deseo, cuando acciono en vez de quedarme en la queja.  Me siento digna cuando pongo límites que considero básicos y justos, aunque se enojen y eso me dé cierto temor. También construyo mi dignidad cuando puedo no responder en automático ante el sexismo cotidiano, sino pensar qué quiero hacer o decir (quizás elijo un simple gesto). 

Me parece que nuestra dignidad como mujeres no depende de lo que hagan o no hagan, digan o no digan, las demás personas.  Van a seguir intentando mantener sus privilegios a nuestro costo.  Aun cuando logremos avances, van a venir retrocesos. Nuestra dignidad depende de lo que hagamos nosotras, individual y colectivamente, de lo que nos digamos a nosotras mismas, de lo que identifiquemos que podemos elegir.  Muchas cosas que nos indignan, frustran, aplastan, no van a cambiar, al menos por ahora.  Pero nuestra dignidad no puede esperar.  La construimos cuando reflexionamos juntas, identificamos las opresiones comunes de género, pensamos estrategias.  Y cuando, cada una sola, a partir de lo que compartimos o leímos juntas, se da tiempo de pensar, planear, buscar en su propia vida y a su manera, cómo implementar los cambios posibles a través de respuestas, silencios, actos, formas de habitar los espacios.

Nuestra dignidad no depende de los resultados, sino de sostener ese modo de estar en el mundo, con la mayor conciencia posible de cómo el mundo está hoy, de las limitaciones que nos condicionan y, a la vez, intentando apropiarnos del margen de acción con que contamos. Y quizás, a pesar del contexto tan denso y de las dificultades de la realidad de cada una, esa búsqueda de dignidad puede resultar fuente de alegría común para nosotras hoy.

si te gustan / sirven nuestros contenidos apoyanos económicamente acá

Abrir chat
💬 ¿Necesitás ayuda?