Horrible. Lo primero que pensé es eso. No quiero escribir sobre este tema.
Después empezaron a pasar muchas cosas. Viene siendo un diciembre intenso, con muchas cosas hermosas y emocionantes y también con cosas tristes y desestabilizantes. Y, en segundo plano, este tema de las fiestas y cómo “sobrevivir” me empezaba a interesar.
Por un lado me dan ganas de que el 24, el 25 y el 31 desaparezcan, o que hayan pasado, rápido. Como siento a veces con mi cumpleaños. El motivo creo que tiene que ver con que me resultan agotadoras esas fechas. Aunque no quiera, me movilizan, tengo expectativas que crecen a pesar de mis intentos de reducirlas, me traen recuerdos, ponen en evidencia lo que ya no es posible, lo que ya no pasa, lo que ya no está. Ya no siento mariposas en la panza de nervios y emoción por un regalo que sé que me va a sorprender y encantar. Tampoco floto en esa vivencia infantil de que las cosas ocurren porque las personas adultas se ocupan, pero sin cargar con la responsabilidad, el cansancio y las discusiones que organizar un evento social y, muchas veces, familiar, generalmente conlleva.
Por otro lado, me gustan los rituales, me gusta celebrar y me doy cuenta que tengo mucho para celebrar. Cada vez quiero ser más consciente de todo lo que tengo para agradecer y agradecerme: mi red de afectos, mis logros personales y profesionales, mi casa, mi salud, los recursos que fui desarrollando para poder detenerme y tomar decisiones grandes y pequeñas en mi vida.
Entonces, creo que lo que me conviene en estas ocasiones es lo mismo que me conviene y me hace bien en la vida diaria. Pensar qué quiero, si es viable, si las personas con quienes quiero compartir pueden y quieren compartir conmigo, si hay alguna persona que quiero tener especialmente en cuenta por algún motivo en especial. Registrar si algo me duele, me da tristeza, darle lugar, prender una vela, quedarme quieta un ratito, llorar si me surge y transitarlo. Quizás se diluye esa emoción y viene otra. Pensar en los modos posibles, ampliarlos, cuidar de no caer en que solo mi modo es el que vale, conversar, escuchar, reflexionar.
¡Con todas estas tareas, como para que no sea agotador! Pero la alternativa ya sé cuál es, no pensar, no tomarme mi tiempo y terminar haciendo algo que no quiero, sentir que me someto, que mi vida es una autopista sin salida por la que tengo que avanzar en una única dirección y rápido. Sin dudas, ese costo es mucho mayor que el de hacer mi trabajo personal. La tranquilidad que siento cuando me respeto y la alegría que me da la conexión profunda con las personas con quienes elijo compartir no sólo estas fechas, sino mi vida, dan sentido a mi vida y me confirman que así quiero vivir.
Nos deseo días cotidianos y días festivos conectadas con nosotras mismas y con las personas que queremos. Gracias inmensas a las mujeres que vienen haciendo trabajo feminista antes que nosotras y a nosotras que nos acompañamos e inspiramos en esta tarea. Estén donde estén, van a estar conmigo en mi corazón en cada brindis y cada estrella que mire brillar en el cielo. Gracias. Gracias.