¡Voy a morir seca!

Por Blancaflor Paredes

Corría aproximadamente el año 2001 cuando llegó a la Argentina una de mis novelas “favoritas”: El Clon.

Con una trama fascinante y original, la historia lograba un blend extravagante entre mundo musulmán, Brasil y clonación humana. Si, así como lo oíste. Planteando cuestiones avanzadas para la bioética del momento, la novela giraba en torno a la vida de unos clones y unas féminas que andaban en busca del verdadero amor. Les juro que ni el mismísimo padre de la oveja Dolly se la vio venir.

El culebrón estaba plagado de amores prohibidos, desencuentros y secretos, y ahí en esa ensalada de historias aparecía por un lado el romance imposible y controversial de Lucas y Jade, y por el otro el entrañable personaje de Zoraida.

Zoraida, estimadas lectoras, tomen asiento porque lo voy a decir fuerte y claro:  era una mujer SOLTERA y SIN HIJOS.

Zoraida, no había sido bendecida por el amor de un hombre y curiosamente su destino era …el de morir seca.

Zoraida, acá la solterona, era el sostén emocional y domestico de muchas cosas que se sucedían en la novela y cada tanto se escandalizaba por algo y gritaba junto a Jade o el personaje que fuera: “voy a morir seca”, haciendo clara alusión, ya habrán comprendido ustedes, a que su útero no iba a dar los bendecidos frutos del señor o del profeta, para el caso de la novela.

Durante muchos años esa fue mi frase de cabecera, a veces en chiste a veces con cierto tono de preocupación:

Moriré seca!!!!!!!!!!!!!!

¿Moriré seca?

Muchas veces pensé en Zoraida y en los realizadores de la novela. ¿Porque era tan grave y mortal ser soltera y/o no tener hijos y/o no estar enamorada? ¿Que había de malo y fallido en eso?

Zoraida, además, era caricaturizada como una tipa sin onda, pacata, insegura, hasta inocente diría. Zoraida no era muy pilla que digamos, aunque era una tipa “piola”. Siempre lista para dar una mano y escuchar atenta los relatos de las vidas de otros. Si, porque Zoraida no tenía vida.

Claro que existen también otras representaciones de las solteronas sin hijos que nos trae la vida, por ejemplo, las solteronas hot-devora-hombres, las solteronas frías, sin corazón y exitosas, las solteronas estilo bruja que vive sola en un bosque y se come niños. No obstante, yo siento a Zoraida más cercana a mi cotidianeidad. Y no cercana porque yo me sienta como Zoraida sino porque tengo la sensación (y la leve sospecha también) de que los otros te ven como una Zoraida A MEDIO VIVIR.Y la verdad que no.

¡Yo lo que si soy es una tipa vaga y atorranta! ¡Si! A confesión de partes, relevo de pruebas. Soy una atorranta que duerme hasta cualquier hora y una atorranta que trabaja hasta cualquier hora. Una atorranta que se toma mil horas para mirar vidrieras y que para comer pone la mesa con mantel incluido como si viviera con seis personas más. Una atorranta bastante atorranta como para endilgarse la tarea de poblar y salvar el mundo de sus hostilidades.

En un momento dado me toco la posibilidad de emigrar por trabajo. Me acuerdo diciéndole a una colega acerca del siguiente dilema “Siento que si me voy ahora no voy a poder sentar cabeza y tener hijos”. Tenía 30 y pico años, y yo que soy dramática por demás, había decidido que era una especie de ultimátum para mi útero. No solo era tomarse un avión a otro país a cientos de km sino que era tomarse un avión a una decisión definitiva de la vida. Discúlpame Zoraida, pero yo no soy Jade (Jade conoce a Lucas en un viaje a Marruecos o algo así. Esos guionistas no se iban a perder el dueto perfecto viaje intercontinental-amor de tu vida, claro que no).

Obviamente me fui y sin darme cuenta me liberé. Empecé a disfrutar la vida, primero alejada claramente de un medio que de alguna forma me hacía sentir presionada para cumplir con el ideal del amor romántico y la familia; y por el otro liberada para pensar en mi desarrollo personal y profesional. Y atención acá: que tampoco hace falta hacer nada, basta con ser y disfrutar.

Nunca me arrepentí y descubrí una vitalidad que no tenía. Pasaron los 2 primeros años y comencé a entender cabalmente que en esa búsqueda (auto)impuesta del romance y la maternidad se me iba la vida, la energía vital. Empecé a salir sola: cine sola, cenar sola, ir a ver recitales sola, viajar sola. JAMAS LO HUBIERA IMAGINADO pero no necesitaba de otro para salir. Empecé a amar los domingos. ¿Qué es esa pelotudez de pensar que el domingo está hecho para la nostalgia de lo que no fue? ¿De dónde saque eso?. ¡Que fantásticos son mis domingos hoy, en pijama y en casa! Si me levanto temprano escucho la radio y si tengo ganas les mando fotos de mi jardín o de mi desayuno. Y si no tengo ganas, duermo hasta que se me cante.

Los descubrimientos se siguen sucediendo, ahora también descubro (y me vuelvo a acordar de Zoraida) que como ella yo también siempre disponible para todo el mundo. Disponible para acomodarme a los horarios de los demás, a las horas extras y las guardias de verano en el trabajo, a las tareas de cuidados de los padres mayores. Porque el tiempo de la soltera sin hijos vale menos que el tiempo de los demás. ¿Cómo es que le ponemos valor al tiempo de los demás? ¿Acaso las solteras no veraneamos?

Muchas veces me encuentro en mi casa en silencio pensando en la dicotomía de si ser sorora y quedarme a trabajar después de hora para que mi compañera que materna pueda irse, o repartir las cargas y hacer valer mi decisión contrahegemónica de no haber tenido hijos para HACER LO QUE QUIERO CON MI TIEMPO. Lo cual incluye no hacer nada también. ¿O acaso se pensaban que hago cosas interesantes todo el tiempo?

Yo amé mis muñecas y jugar a la casita como nada en este mundo, realmente siempre pensé que ese iba a ser mi destino, pero a medida que fui creciendo me fui dando cuenta que afuera de ese mundo había mucho más para mí. Para mí, remarco.

Hoy en día reparto mi tiempo profusamente entre el boludeo, la lectura desordenada de variados tópicos, las redes, seres vivos con los cuales convivo, charlas con amigues y por supuesto mi apasionante trabajo que paga las cuentas. No, mi agenda no es flotante, entre todo ese boludeo que hago no tengo tiempo ni ganas de adaptarme a las demandas de los otros y si, soy muy feliz y estoy conforme, aunque vivir me salga mas caro, la gente me mire raro y la AFIP me cobre mas impuestos por ser soltera sin hijos.

Al final Zoraida se casa con el tío Ali o algo así, porque así son los finales felices de las novelas. No obstante, en lo que a mí respecta es una decisión tomada, no se sorprendan, ¡¡¡¡¡¡¡¡¡MORIRE SECA!!!!!!!!!.

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