La maternidad migrante y la discapacidad atravesaron mi cuerpo, mi identidad, y mi perspectiva visual y mental con respecto a la inclusión o la exclusión de las personas en su diversidad.
Recuerdo haber duelado por mucho tiempo la que fui y la vida que llevaba, el hijo que pensé que iba a nacer y no fue y el desarraigo. Encontrar el coraje para atravesar situaciones dolorosas y acostumbrarme a vivir en la incertidumbre hizo que viva más en el ahora, y no planee mucho a futuro, por que la experiencia de esta maternidad extraordinaria con sus pro y contras me enseñó que todo puede cambiar en cuestión de minutos. Por eso me costó tanto tomar la decisión de ir a Argentina.
Hace dos años, después de la pandemia, viajaba desesperada a visitar a mi familia. Necesitaba verlos, abrazarlos y saber que podía estar ahí con ellos, fui sin mi hijo Noam. En mi visita había creado un itinerario mental, sabía lo que quería hacer, los lugares adonde ir, y a veces disfrutaba de la espontaneidad. Hacía lo que me venía en ganas y disponía de tiempo. Estaba disfrutando un mini descanso, de estar pendiente 24/7 de alguien.
Él estaba a kilómetros de distancia, en ese momento cualquier resfrío era una estadía en el hospital, veía imposible un viaje a Argentina con mi hijo.
Pasé tres semanas en Buenos Aires, la última se me hizo de goma, necesitaba abrazarlo, él había comenzado a llamarme más seguido, nos extrañábamos. Así que volví con todo mi amor desbordado para reencontrarme con él, pero con una pesadez de tristeza dentro mío, otra vez me despedía de mi país, mi cultura, mi idioma y mi familia. Hasta ese momento intentaba convencerme repitiendo como mantra (aunque no lo sintiera así) que lo mejor era estar en Brighton.
Cuando llegué de mi viaje, lo primero que Noam me dijo fue “ahora quiero ir yo”. Y así fue, después de dos años pudimos viajar a Argentina.
En el aeropuerto nos recibieron con globos y carteles de bienvenida, Noam fue el primero en atravesar la salida a toda velocidad con su silla de ruedas, y todos los integrantes de mi familia al verlo avanzaron al medio del hall sin que pudiéramos pasar el cordón de personas que esperaban a los demás pasajeros, ahí en el centro, entre abrazos y llantos dábamos un espectáculo de felicidad por el reencuentro.
Feli y Milo, los primos, se pegaron a Noam como si se conocieran desde siempre, empezaron hablar y a caminar juntos, yo los miraba desde atrás con el corazón explotado de emociones, con la tranquilidad de que habíamos atravesado el océano y había salido bien.
La estadía en Buenos Aires tuvo de todo, poco acceso a lugares, muchos mosquitos, falta de repelente y exceso de humedad lo que dificultó la movilidad en la ciudad, pero sobre todo hubo mucho amor, ruido, personas queridas, comida rica, juegos, peleas de primos y mucho griterío.
A comparación del viaje anterior no tuve mucha autonomía, pero intenté encontrar momentos de escape a mi maternidad . Fui a escuchar una charla feminista donde se habló de ternura y organización política, a un encuentro de mujeres en lucha y resistencia; y una marcha donde la efervescencia argentina se te mete en las entrañas, eso es lo que me traje como motor.
La vuelta no fue tan triste como imaginé. Volví a donde Noam siente que pertenece, donde él puede conseguir un baño accesible con facilidad, donde puede transitar por la vereda o tomar un autobús para movilizarse sin auto por la ciudad. Extrañé la cama ortopédica que sube hasta mis caderas y a las cuidadoras de noche, fue agotador porque pusimos mucho cuerpo en el cuidado.
Volví esta vez sin tener que convencerme de que Brighton es la mejor opción para él, por lo menos por ahora, donde la discapacidad está en agenda y eso me trae sentimientos encontrados con respecto a lo que falta en Argentina. (Recomiendo Maternar en el exilio de Sara Martin https://www.mamagazine.es/maternar-en-el-exilio/)
Todo valió la pena, lo bueno y lo malo, porque volvimos sabiendo que Noam construyó vínculos y recuerdos familiares.
Si hay algo de lo que me siento orgullosa es haber podido quebrar la barrera del miedo que tenía en mi cabeza, peleo para que mis inseguridades no limiten sus vivencias ¿pero alguien sabe como se hace?
Cuando la incertidumbre me azota intento centrarme en sus ojos marrones que transmiten una fuerza arrolladora y va contra todo diagnóstico, en su alegría y sentido del humor que siempre impacta lo que rodea y para mi eso vale más que nada, estar cerca de él es estar en casa, sea donde sea.