Se las presento. Estas son mis amigas Luciana y Tristana. Nos conocimos en el jardín de infantes y son lo más cercano a tener hermanas que conozco, ya que soy hija única. Compartimos la vida, desde que tenemos memoria.
Algo que a veces me llama la atención es que todos mis mejores amigos de la infancia y adolescencia se fueron de Argentina, igual que yo.
En la hiperinflación del ´89, a Luciana y a la mamá se les complicó todo demasiado. Le ofrecieron a la madre un trabajo dando clases de piano en Portugal y partieron sin hablar el idioma, casi sin dinero, sin casa pero con esperanza de que podía llegarles algo mejor. Y así fue. Cuando ella se mudó, se rompió mi corazón. Lloré mucho. Todavía no había emails ni Whatsapp, hablar por teléfono era carísimo, con lo cual la distancia era gigante. Con el tiempo, nos fuimos acostumbrando. Perdimos el día a día pero la amistad resistió y nos seguimos viendo cada tanto. Sobre todo ahora que estamos más cerca.
Tristana vivía en Buenos Aires y se enamoró de un finlandés, que había viajado a Argentina para asistir a una boda. En ese momento yo ya vivía en Nueva York. Después de unos meses de extrañarse, Tris se mudó a Finlandia con él. Ahora viven cerca de San Francisco y tienen un hijo idéntico a ella pero rubio. Se la vé muy bien, realizada y contenta.
Con ellas, mantenemos el día a día a pesar de la distancia. Yo cuento con ellas, y ellas cuentan conmigo, como siempre.
Y si bien tengo la enorme suerte de tenerlas en mi vida, hay otras amigas y otros amigos que fueron quedando en el tiempo y la distancia, gente que en su momento quise con todo mi corazón. Supongo que esto sucede en cualquier caso, pero dos emigraciones apuran el proceso. El tiempo y la emigración funcionan como un tamiz. Hay relaciones que quedan y otras que se diluyen.
Cuando vivía en USA, al mes exacto de haber llegado con mi visa de trabajo después de muchas idas y vueltas, fue el atentado de las Torres Gemelas. Yo estaba sola, no conocía a nadie y mi novio justo estaba trabajando en Argentina. Un mes después, estaba en crisis, no sabía si podía resistir quedarme en Nueva York así que decidí volver a Buenos Aires a ver a mis viejos, a mi novio y a mi psicóloga, a nadie más. Viajé por una semana, donde tenía que decidir algo que no era nada fácil: Should I stay or should I go?, como la canción de The Clash. En ese momento Argentina parecía el lugar más seguro del mundo. Fue justo ahí que nació el hijo de mi amiga Vicky. Y yo estaba tan mal, tan enfrascada en decidir si podía quedarme viviendo en Nueva York o no, que no pude ir a verla. Probablemente no estuvo bien de mi parte y ella nunca me lo perdonó. Si bien seguimos viéndonos, con los años nos fuimos distanciando hasta dejar de vernos, cosa que me entristeció mucho.
Por otro lado, en Madrid conocí gente nueva. En general son argentinos. Insólitamente, mi amiga nueva más querida es francesa, está casada con un argentino y vivió más de 10 años en Buenos Aires, así que es como si fuera argentina. Dice boludo con acento francés, que me encanta. Claire fue muy importante en nuestra adaptación en Madrid. Ella y su familia nos abrieron las puertas de su casa sin conocernos. Compartimos la pandemia casi exclusivamente con ellos ya que estábamos igual de paranoicos. Y espero que sea una amistad que dure y crezca cada vez más.
También sucede que, en un punto, la vida en el nuevo país empieza a cambiar. Después del primer shock, de los miles de trámites, de la ajenidad y todo lo demás, el dolor y el caos de la emigración se van ordenando y empieza a suceder lo que vinimos a buscar. Una vez que tenés tu casa, conocés los lugares, tenés algunos amigos nuevos y dejás de preguntarte todo el tiempo, ¿qué hago acá?
Cuando uno se da cuenta de que ya pasó lo peor, que sobrevivimos, que la decisión de irse estuvo bien para nosotros, cuando todo eso empieza a aflojar, y hablo con mis amigas que siguen viviendo en Buenos Aires es muy duro sentir todas las dificultades que están pasando. Da mucha tristeza y hasta cierta culpa. Seguramente así estaríamos nosotros si no nos hubiéramos ido, o peor, quién sabe… Pero este ya es otro tema, ¿no? Disculpen la mezcla de cosas, pero dejar el país, lo querido y conocido es así: caótico y doloroso. Aunque también bastante lleno de esperanza.