Marcha en defensa de la educación pública, 30 de agosto de 2018, unos meses antes de partir.
Volví a vivir a Argentina después de 5 años viviendo y trabajando en Nueva York. Había nacido mi hija y lo que más deseaba era que ella creciera con su familia cerca, en las calles de Buenos Aires, con olor a medialunas.
Al principio estaba feliz de estar en Argentina. Me encantaba escuchar “argentino” por la calle y no tener que hablar un idioma que no me pertenecía.
Lo que más disfrutaba era estar con mi papá y mi hija. Me encantaba que mi papá estuviera fascinado con Sofi y yo amaba caminar con ella por la calle cantándole canciones de María Elena Walsh:
“Mírenme, soy feliz entre las hojas que cantan
cuando atraviesa el jardín, el viento en monopatín”.
Llegué con muchas ganas de darle una familia grande a Sofi. Y sucedió solo por instantes y con un costo demasiado alto. La verdad es que me golpeé muchas veces contrastando mis deseos, con la realidad familiar y con la situación del país. También hay que tener en cuenta, en el momento que una está evaluando volver, que cuando ya se vivió en otro lugar, volver a tu país puede ser complejo. Por más ganas que se tengan, no se vuelve siendo la misma persona que se fue. Y adaptarse nuevamente a ciertas cosas es aún más difícil que antes.
Con el tiempo, el día a día nos empezó a costar más. Pagar las cuentas se hacía muy complejo y llegar a fin de mes era todo un desafío, la pasábamos mal, y eso que podíamos comer y teníamos nuestra casa.
Después de 14 años en Buenos Aires, decidimos irnos a vivir a Madrid. Dada la situación, parecía una decisión casi obvia pero, con dos hijos de 10 y 13 años, sabíamos que iba a ser complicado.
Recuerdo el primer viaje que hicimos a Madrid mi marido y yo, solos sin nuestros hijos, a ver qué tal España. Teníamos solo una semana. Cuando paseábamos por Madrid, no podía creer que la gente estuviera en las terrazas (las mesas que están en la vereda) totalmente relajados, con los teléfonos o las carteras sobre las mesas; o que las ventanas de las casas no tuvieran rejas; o que los autos frenaran para que crucemos.
Cuando estábamos en Barajas, esperando que saliera el avión de regreso, nos sentamos a tomar algo en un Burguer King. Nos miramos con Fer y le dije: It´s a no-brainer. No sé por qué me salió en inglés, rarísimo. Pero ambos entendimos que la decisión estaba tomada.
Hoy sé que no voy a volver a vivir a Argentina.
Creo que no podría resumirlo mejor que Federico Luppi en Martín Hache, una película de Adolfo Aristarain, de 1997:
«Cuando uno tiene la chance de irse de Argentina la tiene que aprovechar. Es un país donde no se puede ni se debe vivir. Te hace mierda. Si te lo tomás en serio, si pensás que podés hacer algo para cambiarlo, te hacés mierda. Es un país sin futuro. Es un país saqueado, depredado y no va a cambiar. Los que se quedan con el botín no van a permitir que cambie. (…) La Argentina es otra cosa. No es un país, es una trampa. Alguien inventó algo como la zanahoria del burro. Lo que vos dijiste, puede cambiar. La trampa es que te hacen creer que puede cambiar. Lo sentís cerca, ves que es posible, que no es una utopía, es ya, mañana. Y siempre te cagan. Vienen los milicos y matan 30.000 tipos. Hoy viene la democracia y las cuentas no cierran y otra vez a aguantar y a cagarse de hambre (…) y encima te dicen que todos somos culpables. Son muy hábiles los fachos. Son unos hijos de puta, pero hay que reconocer que son inteligentes. Saben trabajar a largo plazo». Y sí… saben trabajar a largo plazo, las cosas no cambiaron tanto en estos 27 años.
A veces extraño Buenos Aires, pero me pregunto si extraño Buenos Aires o algunas de las cosas que viví ahí. Si vivir en Argentina hubiera sido un poco más “amigable”, seguramente no hubiéramos pasado por una segunda emigración, con lo difícil que es.
Me parte el alma ver lo que está sufriendo la gente, los chicos, los jubilados. ¿Qué futuro puede tener un país donde 7 de cada 10 niños, niñas y adolescentes son pobres? Por favor, miren el último informe de Unicef. ¿Qué futuro tiene un país en el que trabajaste toda tu vida, aportaste impuestos y, cuando te jubilás, no te alcanza para comer ni para comprar remedios? ¡Y encima, si te quejás, te reprimen! Además, a veces pienso cómo estaríamos si nos hubiéramos quedado y no creo que estaríamos bien. Tanto vivir en USA como en Europa, es mucho más estable y normal. Al menos en el sentido de que ni la comida, ni el colegio de los chicos, ni los impuestos, ni los servicios van a aumentar todos los días a un ritmo enloquecido. Es todo mucho más previsible.
Argentina es un país con belleza de sobra y con muchísimo talento y a la vez, es una trampa. Lo digo con culpa pero con honestidad: me alegra no estar ahí. Siento que tomamos la decisión correcta al irnos, por más que la partida fue horrible y muy sufrida. Me alegra sentir, casi 6 años después, que valió la pena. Me alegra saber que mis hijos y probablemente sus hijos, van tener un futuro mejor.
Espero que no me puteen. Y si me putean, así es la vida.
Informe de unicef sobre la pobreza en niñes y adolescentes: https://drive.google.com/file/d/166L-6GlGgzgKYFKZSrwikLzUyaB6TSdd/view