Vamos a cerrar nuestra Rebelión de las F.E.A.S. sobre racismo, un tema sobre el que vamos a volver. ¿por qué? Porque es tabú, porque está en el corazón de todo lo que necesitamos cambiar, porque nos habita a todes, porque lo reproducimos, está en el inconsciente colectivo y en el de cada une. Porque segrega y excluye, pero sobre todo porque nos avergüenza, inocula en nosotres la vergüenza de ser quienes somos y nos despolitiza.
El standar de belleza que nos rige está racializado, implica la atribución de valor de belleza a aquellos cuerpos que se consideran blancos, que reúnen las características físicas atribuibles a las personas blancas con rasgos eurocéntricos. Ese modelo es funcional a la reproducción de un orden social, político y económico, que está organizado jerárquicamente, de modo tal que quienes encarnan ese standar, pertenecen a una clase social, a un grupo de personas que ejercen el poder sobre el resto. Se trata de un modelo que segrega a todes quienes no encajamos en él.
Recibimos como siempre muchos testimonios que hablan de segregación y racismo, y muchos otros que dan cuenta del largo camino que nos queda por recorrer para entender que no es lo mismo todo, que lo biográfico no es la norma, que el hecho de que alguien sienta que ha recibido comentarios porque su piel es “muy blanca” no asimila esa experiencia a la segregación que puede sufrir una persona de piel oscura de rasgos indígenas o africanos, porque de lo que estamos hablando es de privilegios, clase, poder.
Necesitamos mucha más empatía para poder desmontar estas construcciones nos colonizan desde hace siglos. Necesitamos entender que no se trata de lo que es “lindo o feo” se trata del sostenimiento de un orden político y económico que necesita permanecer siempre igual para beneficiar siempre a los mismos dueños.
Y para eso es indispensable repensarnos también como reproductores de las prácticas, gestos, ideas, que garantizan la subsistencia de este paradigma.
Esa es nuestra invitación.
Excelente todo lo que hacen. ¡Gracias por esta herramienta!
Leyendo el artículo, recordé que en el secundario, un grupo de chicas me miraban de reojo y se reían, al segundo vino una de ellas a preguntarme si era boliviana… Yo nací en Chaco, nunca fue un problema para mí, pero en ese momento dije que tenía cara cuadrada y no redonda… No quería formar parte de los excluidos, no quería que me discriminaran, algo que ya hacían y yo no podía evitar. En ese momento no me dí cuenta de que todo eso era racismo. Tendría que haber contestado: «y si lo fuera, ¿qué?, pero no tenía tantas herramientas como hoy.
Me pasa en la diaria de escuchar comentario racistas, xenófogos, machista, gordofóbicos, y me indigno muchísimo, y trato de sembrar el espíritu crítico, tirar algún comentario para desarmar el discurso hegemónico, pero no siempre me sale…
Me llena de orgullo que hayan tantas mujeres dando esta batalla ¡Ya no nos callamos más!