Es la misma mamá que me preparó el cuarto para que nazca, que me deseó profundamente y que soñó mucho que sea su hija; la que cuando puede me lástima.
Es la misma mamá que me ayudó a creer en mí y me dijo que todo lo quería lo podía hacer; la que me dio la responsabilidad de criar a mis hermanes menores cuando aún era una niña.
Es la misma mamá que me esperaba despierta que llegara a casa para quedarse tranquila; la que me expuso a un violento alcohólico como padre, toda la vida.
Es esa mujer que me mira con orgullo como nadie, que le cuenta a la gente quien soy y de verdad se nota, que está feliz de la hija que tiene; la misma que cada vez que me ve, tiene algo para decir que me hace sentir mal.
Es esa mujer que ayuda a todo el mundo, que por sus nietos lo da todo, que junta ropa para ayudar a quienes necesitan más que ella, que se preocupa por la gente que quiere y está atenta.
Es esa mujer que me enseñó a escribir y a leer “mi mamá me ama”, esa frase que escribí cientos de veces en mi cuaderno de primer grado; y también es la que no supo protegerme, quizás porque también ella fue víctima de violencia. Primero de sus padres, después del mío y ahora de mis hermanos.
Ella hoy puede decirlo, puede decir que fue víctima de violencia, que no veía lo que estaba pasando con la violencia que yo recibía y que veía a diario en el trato de mi papá hacia ella y a mis hermanes.
Pude decirle que le creía, porque llevo años escuchando a muchas mujeres decir lo mismo. Y también la perdone, pero no quiero ni puedo justificarla. Solo es así. Sin más.
Todo eso es mi mamá, tan hermosa y tan cruel; suena muy extraño escribirlo pero es así.
Haberme criado con esa ambigüedad trajo graves consecuencias en mi vida.
Ahora ya se que puedo elegir tomar la parte hermosa de ella y que la parte cruel puede aparecer en cualquier momento, que no lo voy a poder evitar y que no va a cambiar. Y si deseo seguir compartiendo con ella, tengo que buscar mis herramientas para frenarla, no darle lugar o directamente poner distancia hasta que recapacite.
He probado las mil y una estrategias y no volver a verla nunca más, hasta hoy, no ha sido una posible.
Hoy prefiero este vínculo, nos vemos menos, cada tanto, fuera de su territorio, en mi casa, con mis reglas, en una caminata, en el café donde podemos tener un encuentro en el que aparece mucho más su parte amorosa que su parte cruel, aunque siempre tenga que estar atenta.
“Mi mamá es hermosa y me ama y también es cruel y me puede lastimar”
Esa es la frase completa que logré escribir después de 45 años juntas.