Que el problema es el ideal de la familia nuclear y la idealización de esos vínculos y roles, ya nos venimos enterando, hoy específicamente, queremos hablar de uno de los sujetos que la componen, el “El padre”.
¿Qué es ser un padre?
Ni idea, no lo sabe nadie, nadie espera la gran cosa de un padre, cómo digo en La Estafa de la feminidad, todes sabemos cuales son las obligaciones de una madre, básicamente depende de la madre todo lo que a la persona que ha parido le suceda a lo largo de toda su vida. Ahora en cuanto a los padres, la vara está tan baja, que hacer lo más básico de lo básico convierte al señor en padre presente. El viudo que se queda solo con les hijes merece notas en los diarios y el que juega y entretiene a les hijes mientras la madre les produce la vida a todes, es “el padrazo”.
No hay ninguna categoría similar para las madres que hacen todo el resto.
Se espera tan pero tan poco de los varones en el plano afectivo, sean hijos, hermanos, parejas, o padres, que da pena. Da pena por todas las personas involucradas, incluso ellos mismos.
Estamos hablando de un contexto en el que el 51% de los padres que tienen que pagar alimentos a sus hijes, no los paga y de los que pagan solo el 24,9% lo hace de manera regular, que no quiere decir suficiente. En un contexto donde la brecha salarial en el ámbito del trabajo formal supera el 27 % y en el ámbito no formal el 40%. Es decir en ese nivel de empobrecimiento y explotación, la mayoría de los padres en el caso de separación, no aportan al sostenimiento de sus hijes. Básicamente los abandonan.
Ni hablar de la responsabilidad afectiva y el involucramiento en la vida de les hijes, la amplísima mayoría, en el mejor de los casos, son padres de fin de semana.
¿Es muy diferente la experiencia en el caso del 50% que no se separa o no se ha separado aún?
Probablemente no.
Por eso, ya que estamos saliendo de la ingenuidad y empezando a mirar la cosa de frente, para responsabilizarnos de nuestros haceres en nuestras propias vidas, nos gustaría meternos con lo que si podemos hacer nosotras, para cambiar algo, o mínimamente para recuperar algo de la dignidad que este sistema de servidumbre nos roba. Es decir empecemos a indagar en la forma en la que nosotras contribuimos a hacer que todo siga funcionando más o menos igual. Porque que estos varones reflexionen solos y se muevan para cambiar algo es una ilusión.
Es que mientras sigamos consumiendo el modelo que dice que la heterosexualidad es la regla, y la construcción de la familia el ticket que te lleva directo a la felicidad, terminamos muy enredadas en el sostenimiento de lo que nos oprime y explota.
Porque, digamos todo, somos muchas veces nosotras mismas las que toleramos y permitimos ese desfalco afectivo y material, ese robo de tiempo, dinero, energía, que no tiene nada que envidiarle al Robo del Siglo.
Es que todas fuimos educadas con la familia Ingalls o similares productos culturales en cada generación, con el cuento mil millones de veces repetido de que “lo más importarte es la familia” Lo que nunca llegamos a preguntarnos es ¿importante para quien? ¿A costa de quien? ¿Qué implica para las mujeres?
Y cuando te dicen que lo más importante es la familia, lo que te están diciendo es “aguantá”, seguí aguantando.
Sostener la imagen de la familia más o menos funcional y relativamente feliz, es un gran trabajo que se suma a todos los otros que hacemos. No porque seamos idiotas, claramente, sino porque lo que se pone en juego ahí es nuestra propia valía, nuestra identidad de mujeres buenas, “normales”. Porque la que no tiene fotos de la familia hermosa en vacaciones de invierno para mostrar en redes sociales, es una fracasada que no logró eso para lo que todas hemos sido creadas. No pudiste, no te sale bien, seguí intentando.
Otra pregunta que nunca nos hacemos. ¿Soy yo la que no puedo o es el modelo el que está mal?. Jamás esa pregunta, seguimos creyendo que las que estamos mal somos nosotras, que con este nos salió mal, pero con el que viene nos va a salir mejor. Spoiler alert; No.
Pero volviendo al punto que nos convoca para esta ocasión, los padres y nuestro rol en su producción, hay algo ahí que merecemos pensar más honestamente y sin tanta fantasía.
Romantizamos el rol de nuestros padres en nuestra propia vida porque todas queremos también haber tenido una familia más o menos normal, entonces como dice Angela LAura en su relato, medio que a nuestros padres les pegamos una buena decorada.
Y hacemos lo mismo con los padres de nuestra descendencia.
Somos nosotras las que con múltiples excusas, encubrimos la incapacidad afectiva, el desinterés, el abandono de los señores, fabricando padres para nuestras infancias, y padres para nosotras mismas, entonces no solo hacemos el trabajo que ellos no hacen, sino que además los encubrimos y los presentamos al mundo como lo que no son, buenos padres.
Porque si no tuvimos un padre bueno, rotas nosotras, y si no fuimos capaces de “elegirle” un buen padre a nuestres hijes, rotas nosotras.
Por supuesto cuando se trata de inventarle un padre a nuestres hijes, los motivos son más que atendibles, evitarles el sufrimiento de que sus padres no estén a la altura del relato romantizado de la familia.
Y acá se vuelven a unir los puntos, ingenuidad y fantasía.
No solo nos engañamos a nosotras mismas, sino también engañamos a eses hijes, intentando recrear una imagen de una familia que no tenemos, como si la responsabilidad de que esa familia exista y funcione como tal, fuera exclusivamente nuestra. Así lo sentimos, porque además, probablemente fuimos las más interesadas en construirla, fue lo que aprendimos desde que nos pusieron el primer bebote de juguete en brazos, fue lo que nos dijeron que nos haría felices. Entonces pensamos que “elegimos mal”. Que la responsabilidad de con quien, es solo nuestra.
Por lo que nos sentimos responsables, o no queremos asumir la estafa y les inventamos un padre a nuestres hijes, un señor que según les decimos, no es que no se interesa por elles, sino que “no sabe como demostrarlo” porque “pobre no sabe cómo hacerlo” o “trabaja un montón para que puedan tener lo que necesiten”, vos también trabajás un montón hermana, pero bueno… sos madre, no padre.
El argumento de que esto es para que les hjijes no sufran, es un argumento atendible, con consecuencias muy discutibles. Porque en definitiva reproducimos un modelo que afecta nuestras vidas y las de elles. ¿No queremos más libertad y autonomía para nuestras hijas? ¿No queremos que nuestros hijos sean responsables afectivamente?
Cuando justificamos la irresponsabilidad de los progenitores les estamos enseñando a nuestras hijas que se conformen con nada, que acepten a un irresponsable afectivo como pareja, como padre, como amigo porque eso es lo que debe ser, porque eso es lo que hacen las mujeres a su alrededor. Y en el mismo momento, le enseñamos a nuestros hijos a ser ese irresponsable afectivo en cualquiera de esos ámbitos
Les enseñamos que la falta de reciprocidad en los vínculos está bien, que una de las partes no se haga cargo de lo que le corresponde es aceptable. Que no es motivo suficiente para la distancia y la exigencia. Que les cabe a las madres hacerse cargo de lo que el otro no haga y encima sostenerle la imagen.
Y no, no es una buena escuela para les niñes confundirles, engañarles, decirles mentiras, decir que no es verdad que el padre se olvidó de elles, que no quizo verles, que está haciendo otra cosa, cuando lo que están sintiendo es eso. Les estamos enseñando que lo que sienten está mal. Que lo que sienten no existe en realidad, les enseñamos a no confiar en su registro, en sus sensaciones.
¿Por qué le hacemos eso a les niñes?
¿Por qué no dejamos de inventarles padres que no tienen?
La vida en este planeta es difícil para todas las personas, para algunas muchísimo más. Que nos inicien desde la infancia, en la mentira, la ingenuidad y la fantasía en los vínculos no va a hacer que nuestra vida sea mejor, muy por el contrario, nos impide desarrollar estrategias de supervivencia adecuadas a la realidad en la que vivimos y vamos a vivir.
Pienso cuánto contribuye ese modelo de familia en la construcción de la violencia a la que nos vemos expuestas una y otra vez a lo largo de la vida y cómo este modelo, se repite en espiral al infinito. Pienso que si en la infancia, cuando vos sentís que alguien te maltrata y no te quiere, vienen las personas en las que confías a decirte que no, que no es así, que lo que pasa es que en realidad esa persona por la que te sentís maltratada no sabe expresarse, o no está bien, o lo que sea, hay algo que estás aprendiendo muy mal sobre los vínculos. Hay algo que estamos enseñando que pondrá en peligro a estas personas que estamos acompañando en su crecimiento.
Y también creo que acá hay que sincerarse, cómo decía al principio, la ideología que impone la heterosexualidad como norma, y la familia como lugar seguro y feliz, nos hace seguir sosteniendo afectivamente varones incapaces de mirar más que su ombligo e inventar para otres y para nosotras vínculos que no existen.
Soltar el fantasía, dejar de mentirnos, salir de la ensoñación, puede ser un camino difícil, hay cosas que van a quedar atrás, pero es un camino que lleva a lugares de honestidad y autonomía, a los que la ingenuidad, la mentira, la fantasía, no nos van a llevar nunca.
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