En este contexto entre las PASO y la segunda vuelta, cuando se evidenció de forma contundente que una gran parte de nuestra sociedad avala el quiebre de consensos básicos democráticos y de los avances en el reconocimiento de derechos, más que nunca necesito recurrir a la idea y la experiencia de continuidad.
Me da calma mirar para atrás, nombrar y valorar el camino recorrido por el movimiento de mujeres en todas sus variantes, los logros, las herramientas, las modalidades, los desafíos, que hemos desarrollado en todos los años de militancia en el mundo y, especialmente, en Latinoamérica.
Y, a escala personal, recurro a armar y sostener un relato que identifique las acciones individuales de militancia cotidiana, de reflexión comprometida, tanto mías como de mis mujeres cercanas. Me pregunto qué hacer en este contexto. La respuesta me la doy en el hacer. Me doy cuenta que seguir haciendo lo que vengo haciendo y, en lo posible, intentar ampliarlo, me resulta potente, me da confianza. Eso incluye compartir con y apoyar a otras mujeres en la forma en que ellas elijan y puedan transitar estos tiempos tan turbulentos.
En ese marco de buscar la continuidad como bálsamo y como guía, en las voces de las mujeres que nos preceden en la militancia feminista, escuchamos con mucha frecuencia la palabra “encuentro”.
Tanto Diana Maffía como muchas de las mujeres que ella entrevista en el podcast Generaciones Feministas que comentábamos el mes pasado en el boletín de MQNFT, resaltan la importancia de los “Encuentros” en la vida de las mujeres y diversidades que asisten. Se trata de los que se llamaron hasta el año pasado “Encuentros Nacionales de Mujeres” y ahora “Encuentros Plurinacionales de Mujeres y Disidencias”. El primero (que en ese momento no se sabía que sería el primero de tantos), se llevó a cabo en el año 1986, a los 2 años y medio de recuperada la democracia, en el Centro Cultural San Martín de la Ciudad de Buenos Aires, con la participación de mil mujeres. Y este año, en Bariloche/Furilofche, del 14 al 16 de octubre se celebró el 36 Encuentro Plurinacional de mujeres y disidencias con la participación de aproximadamente 70.000 mujeres y disidencias.
“Nadie se va de un encuentro de mujeres igual que como llegó, tienen un tremendo impacto subjetivo” (Mabel Burín).
Si quieren leer más sobre estos encuentros, les recomiendo estas dos notas de Feminacida, una del año pasado y otra de este año.
– Recuperar la policitidad de los Encuentros es nuestra tarea
– Empieza el 36 Encuentro Plurinacional
Y estas mismas mujeres, nos cuentan también sobre otros “encuentros”, como el encuentro académico latinoamericano sobre perspectivas femeninas llevado a cabo en el Instituto Di Tella en el año 1974, los Encuentros Feministas Latinoamericanos y del Caribe (por ejemplo el de Lima, Perú, de julio 1983 y el de San Bernardo de noviembre de 1990), los grupos de reflexión sobre la condición femenina en el marco del Centro de Estudios de la Mujer, los encuentros de estudios interdisciplinarios de género en el Instituto de Investigaciones Históricas del Museo Roca desde 1991 hasta 1995, los encuentros de Mujeres latinoamericanas en ciencia y tecnología que se celebran en el marco de ONU Mujeres, la Casa del Encuentro fundada en 2003 y actualmente activa, entre otros.
Cuando nos comparten estas experiencias, nos confirman que “encontrarnos” ha sido y es fundamental para las mujeres que nos reconocemos feministas. Entre lo que reconocen que aprendemos, practicamos y acuerpamos al encontrarnos, mencionan:
- hacer política de otra manera, hacer circular los diferentes roles sin jerarquizar (la que coordina el taller, la que explicita las conclusiones, la que organiza)
- nuestra manera de construir redes, de discutir escuchando
- un ejercicio de la democracia plural, participativa y deliberativa
- hacer acciones comunes manteniendo las diferencias, saldando las diferencias sin anular opiniones diversas
- mecanismos de consenso
Parece que “encontrarnos” tiene una gran potencia para nosotras. Parece que es una forma de militancia que nos resulta, una herramienta de construcción de nuestras identidades como feministas.
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