Llega el verano, y llega en un contexto de hambre, de ajuste, de pérdida de laburos, de violencia. En el que hay personas que no comen porque están pasando hambre y hay personas que pudiendo comer, no comen sometidas a la restricción alimentaria de las dietas para llegar al veran
Cómo decimos en La Estafa de la feminidad; “En un mundo donde más del 25% de la población está en situación de inseguridad alimentaria y el 11% de la población literalmente pasa hambre; donde el 32% de las mujeres del mundo padece inseguridad alimentaria de moderada a grave frente al 27,6% de los varones,1 las que podemos alimentarnos, las que tenemos el privilegio de tener un plato de comida, nos lo negamos para que nuestros cuerpos tengan una apariencia similar a las de aquellas que no tienen nada para comer”
Así es el mundo en el que estamos viviendo.
En tiempos de crisis, la belleza se vuelve una exigencia y un recurso para acceder a cosas que necesitamos. Tener belleza, encajar, es lo que puede garantizar el acceso a un trabajo, a una pareja que nos de movilidad social, a un plato de comida, un perfil en only fans, ser vientre para alquilar u óvulos para vender.
Así es el mundo en el que estamos viviendo.
La presión sobre los cuerpos se radicaliza, no tener un cuerpo hegemónico puede ser algo tremendo que se suma a la lista de desgracias que trae este presente.
Porque además cuando todo se está derrumbando, cuando nuestros laburos están en duda, cuando la plata no nos alcanza, encima nos miramos al espejo y nos sentimos un fracaso. Sentimos que ni siquiera fuimos capaces de hacer eso que hay que hacer para ser valoradas, y autovalorarnos, obedecer, someternos, darles a nuestros cuerpos una forma determinada, pasar hambre, pasar horas haciendo ejercicio, gastarnos la poca plata que gansmos en tratamientos, meternos y sacarnos cosas.
Mientras recibimos ese mensaje una y otra vez desde las redes sociales, donde las maestras de la feminidad sumisa, las influencers de redes con millones de seguidores te miran desde sus videos en los que te cuentan sus rutinas de belleza, sus viajes, sus cirugías, sus dietas y la educación de sus hijes, todo mezclado ahí entre sonrisas y performance de felicidad.
La presión es sobre el cuerpo, en un mundo en el que la autoestima de las mujeres se construye entorno a la belleza, no tenerla, no hacer lo necesario para darle a nuestros cuerpos una forma que no tienen es parte de nuestro fracaso, sentimos que fracasamos porque ni siquiera somos capaces de “esforzarnos lo suficiente” en ese momento en el que miraste la cuenta y la tenés en cero, y te miraste al espejo y te agarraste los rollos y te diste asco, porque eso es lo que te enseñaron a hacer.
Lo sabemos porque nos pasa, porque se habla en nuestros grupos y nos llegan muchos mensajes sobre este tema. Mujeres valiosas, talentosas, genias que se miran a si mismas con crueldad, con la crueldad de esta época, una crueldad que para las mujeres no es nueva, forma parte de nuestra educación, la primera crueldad es la que aprendimos a ejercer sobre nuestros cuerpos, las humillaciones que sufrimos en la infancia y que normalizamos para toda la vida, la forma en la que se habla de nosotras, el hambre al que fuimos sometidas y después nos sometimos solas porque era lo que había que hacer porque era lo que hacían las mujeres a las que se idolatraba. Hoy todo eso que hace diez años se hacia en nombre de la belleza se hace eufemísticamente en nombre de la salud y la juventud, tener una apariencia joven justifica todas las violencias.
Pero volviendo al cuerpo, en estas épocas de neoliberalismo y crueldad, en la que todo es apariencia y sálvese quien pueda, la belleza es un dispositivo más para el ejercicio de esa crueldad, para el modelado de nuestras identidades hacia la obediencia, para por lo menos ser aceptadas o ganar plata. Aún sabiendo o para las más jóvenes, sin saber, que en la obediencia lo que vamos a encontrar es más crueldad y más humillación.
¿Cómo se corta ese ciclo?
¿Cómo salimos de ahí?
¿Cómo dejamos de entregar nuestra energía vital al extractivismo que se ejerce sobre nuestros cuerpos?
Para nosotras es una pregunta clave del presente que la empezamos a trabajar en Hermana Soltá la panza y la profundizamos con herramientas en La Estafa de la feminidad.
Liberar nuestros cuerpos de estos mandatos, rituales, discursos es parte del recorrido de retacearselos a la crueldad, de salir de la obediencia, de insubordinarlos
Liberar nuestros cuerpos de los hábitos, gestos, consumos que el ideal femenino en relaci´n a la belleza nos impone es una forma muy profunda de resistencia porque es a través de ese dispositivo y en nuestros cuerpos donde aprendemos la obediencia, aprendemos a naturalizar la crueldad, el dolor, la vergüenza y la humillación. liberar nuestros cuerpos de eso es una forma profunda de resistencia a una forma de vida que está llegando a su ocaso.
¿Cómo se liberan nuestros cuerpos? es la pregunta que nos va a guiar y a la que le vamos a dedicar este verano en todos nuestros espacios.