Ustedes son muy jóvenes y quizás no lo saben, pero hace pocos años, el Frizz no existía! ¿Mutaron los genes? ¿Fue el cambio climático? ¿La caída del sistema financiero? ¿Qué pasó para que ese estado natural de nuestro pelo, que reacciona al ambiente, se volviera algo asqueroso, una porquería espantosa que había que erradicar. ¿Por qué? ¿Había que agrandar el mercado? ¿Ya no alcanzaba con vender shampoo y crema enjuague?
Y un día algune genie del marketing inventó que eso que le sucede a nuestro pelo se llama Frizz y que el frizz “está mal”. Que teníamos que tener el pelo muerto, el pelo como las muñecas, de plastico, “cerrarle las escamas” ¿?, hacerle un baño de queratina que no es otra cosa que una capa de plástico para que no respire, para que no se adapte ni tome las formas naturales que necesita, como todo lo que está vivo. Había que ponerle formol, si eso que se usa para conservar lo que está muerto.
Había que consumir todo eso para encajar, para “estar divinas”. Miles de publicidades de crema para peinar, de liso extremo, del sin frizz y de todas esas cosas que no existen y que aparecen escritas al lado de la foto de la publicidad del producto en cuestión que muestra casi una ilustración, una cabellera que en el mundo real no existe, pero que a fuerza de repetición terminamos pensando que si.
Y entonces pasamos horas de nuestras hermosas vidas en la peluquería, inmóviles y aburridas esperando que nuestro cabello quede rígido como un cadáver y pagando con el dinero que también nos lleva tiempo ganar.
Consumimos un modelo que es ajeno.