Compartimos el análisis de las compañeras Florencia Tundis y Maitena Minella de @cinefeminista.
Cuties, Guapis o Bellezas es una película francesa de Maïmouna Doucouré que fue premiada y alabada por la crítica de dicho festival, muchas visualizaciones en Netflix.
Hace unas semanas se generó una gran polémica porque Netflix diseñó un afiche y una sinopsis que después tuvo que cambiar por las críticas y las acusaciones de pedofilia?
La sinopsios decía «Amy tiene once años y quiere pertenecer a un grupo de chicas de su edad que bailan sensualmente. Entonces empieza a explorar la feminidad y a desafiar a su religiosa familia».La película fue elogiada por la crítica, y desde todos lados se nos dijo que la película no era eso, que era más profunda y crítica de la sexualización de las niñas.
Sin embargo, al ver la película, esto no queda para nada claro.
La película hipersexualiza a niñas pre adolescentes, las muestra como objetos sexuales y sexualizados. Cuties intenta mostrar la crisis de una niña que quiere pertenecer al grupo de baile de las chicas populares, que logra incorporarse al grupo, mostrando excesivos bailes eróticos para el placer de adultos. La directora insiste en varias escenas de estos bailes, con primerísimos planos que dejan ver los cuerpos de las niñas sexualizados, con poca ropa y/o ajustada, haciendo foco en mostrarlas “twerkeando”, lo que en Argentina se conoce como «perreo», tiene como objetivo un movimiento seco de la pelvis en el que se mueven las caderas y las piernas.
En el medio de la película hay imágenes de videoclip, muchas escenas con bailes de las niñas perreando que no son necesarias para contar la historia, ni para hacer avanzar el relato, son demasiadas escenas que no cuentan nada, que están ahí para impresionar, para escandalizar, caprichosamente, sin hacer una crítica a la hipersexualización de las niñas si no todo lo contrario.
Para peor, narrativamente, el clímax y el final son rudimentarios, poco creíbles, la protagonista es dejada de lado por sus amigas para hacer el baile final del concurso, entonces ella arroja al agua a la que “peor baila” que “casualmente” es la que tiene el cuerpo menos hegemónico. En el concurso la joven protagonista se da cuenta que en realidad tiene que estar con su familia en vez de estar perreando, sin que llegue a comprenderse como llega esa decisión. Es lo que en el cine se llama “deux ex machina”, un giro al final sin explicación.
Desde el guión hay vacíos narrativos, confusión de lo que se quiere contar y a dónde se quiere llegar; por ejemplo hay una escena de las niñas bailando en un lugar prohibido, un policía las detiene y ellas lo acusan de pedófilo, la escena no tiene un final, no está claro el mensaje que quiere dar, mostrando una imposibilidad de narrar, más allá de que la película sea un escándalo perturbador.
Como cineastas feministas creemos que hay que contar relatos que reflexionen de forma crítica sobre la hipersexualización de las mujeres desde una temprana edad, pero existen diferentes recursos cinematográficos para que una retrato audiovisual no caiga en lo que crítica: la sexualización de menores. Ejemplo de esto son el documental Tokio Idols, de la directora Kyoko Miyake, que retrata la sexualizacion de cantantes menores japoneses y su fetichización por parte de adultos varones. Otra película que retrata muy bien la presión por sexualizarse a una temprana edad es la película GirlHood de Celine Ciamma, que también es ficción pero no recurre a planos hipersexualizados de sus protagonistas. Las protagonistas de Cuties fueron sexualizadas en el casting, en el rodaje y ahora en una plataforma de fácil acceso para todo el mundo; a propósito de esto, Natalie Portman ha contado varias veces como su rol de nena sexualizada en la película Leon provocó que cientos de hombres grandes le mandaran cartas subidas de tono cuando tenía 13 años. Un cine con perspectiva de género no trata como objetos a sus protagonistas mujeres y no fetichiza a las actrices en nombre del arte.