Es hacer, lo que nos gusta hacer, a pesar de los juicios propios y ajenos sobre nuestra apariencia. Es disfrutar sin esperar a “autoaceptarnos”, querernos y gustarnos como antes esperábamos a ser flacas.
La vida, nuestra vida, es ahora. Gracias a las que nos envían sus fotos disfrutando, soltando sus panzas, nos empujan a todas.
¿Quién más va a soltar la panza al sol hoy?
#HermanaSoltaLaPanza
En las urnas, en las calles, en las plazas, en las casas. Soltar la panza es soltar todo ese peso emocional de la vergüenza que nos sembraron haciéndonos creer que valíamos por no encajar en un talle o un tipo de ropa.
Y acá estamos, saliendo de la vergüenza y caminando hacia el orgullo de ser quienes somos, en todos lados.
¿Qué pueden nuestros cuerpos? ¿Qué nos permiten? Soltar la panza es dejar de mirarnos como nos miran, como cosas que se valoran por el envase y empezar a conectar con lo que nuestras cuerpas nos permiten.
¿Sienten, laten? ¿Nos permiten abrazar? ¿Sentir amor? ¿Furia? ¿Trabajar? ¿Disfrutar? ¿Vivir? Es conectar con todo eso con lo que nuestros cuerpos han podido y pueden hoy.
Gracias a todas las que lo están haciendo, porque empujan a las que vamos en camino.
¿Qué pasa cuando nos vemos? Reconocer la belleza en las pieles que se nos parecen, en los pliegues, rollos, redondeces que son las nuestras.
Así como el bombardeo de imágenes de cuerpos delgados, de pieles sin poros ni pelos ni nada, plantados en escenas que venden felicidad; nos convencen de que eso es lo bello, deseable, exitoso; exponernos a las imágenes de nuestros cuerpos, vivos, reales, diferentes unos a otros pero tan iguales, nos devuelve la conexión de nuestros cuerpos con la belleza.
Eso que nos han robado y vamos recuperando. ¿A alguna más le está pasando algo de esto?