Hacernos visibles – Las mujeres que inspiran a Diana.

de los objetivos de este proyecto es hacer visibles a mujeres que nos inspiran, mujeres que están haciendo cosas interesantes, importantes, valiosas, y que no salen en los medios, no las vemos, pero sin embargo necesitamos verlas, para saber que hay otras, cómo vos, como nosotras. Que la mujer jóven, blanca, delgada, de pelo lacio y de gestualidad sexualizada que vemos por todos lados, esa mujer en la que no nos vemos, no es “la mujer”; que también están las otras, las que admiramos, las que queremos seguir, las que necesitamos conocer.

Creemos que hacernos visibles, mirarnos, hacer circular el reconocimiento es parte de esta revolución en la que estamos.

Por eso hace un tiempo hicimos una campaña pidiendo a las personas que nos cuenten quienes son las mujeres que lxs inspiran;  Diana Triana nos escribió para contarnos que a ella la inspiran estas mujeres, sus compañeras de Amigos en el camino y tanto nos dijo, que quisimos  conocerlas, y ellas dijeron que si, así que hoy vamos a hablar, a hacer visibles a Silvina Chiavaroli, Mirta Robles , Claudia Diegui, Marta Cerquetella y Diana Triana.

Así fue…

Nos citaron en  la casa de Silvina, nosotras somos dos, llegamos unos minutos antes de la hora señalada, y estamos esperando en la puerta; en eso una señora nos pide permiso para tocar timbre, -un rato después vamos a saber que ella es Martu la cocinera de este grupo-, enseguida, se abre la puerta del ascensor y aparece Silvina, que nos pregunta si somos de MQNFT y nosotras decimos que si, que somos, y en un segundo, ya estamos a los abrazos en la puerta del edificio.

En el departamento de Silvina ya estaban todas menos Mirta, y con cada una de ellas es lo mismo, beso y abrazo. Abrazan fuerte y profundo, abrazo grande, mullido, como deberían ser todos los abrazos, pienso. Son mujeres fuertes, te das cuenta porque miran fijo y largo a los ojos, porque te aprietan cuando te abrazan, mujeres vitales, hermosas.

Mientras esperamos a Mirta se larga el mate, hay con azúcar y sin, con yuyo y sin yuyo, hay cosas dulces y saladas, gaseosas y de todo, parece un cumpleaños, todo dispuesto con generosidad y amor para este encuentro,

A los dos minutos ya todo es conversación alborotada. Intento contarles de que se trata el proyecto, pero ya sabían, me dicen que “googlearon” y que si, que están de acuerdo con lo que decimos en MQNFT, y empiezan a contar historias y anécdotas de lo que sufrimos todas con esto de crecer viendo una sola imagen de mujer, ese modelo imposible e irreal que nos ha hecho sufrir en mayor o menos medida a todas. Hablamos de estereotipos, de tratar de encajar, del modelo de belleza, la moda, la ropa, los talles ínfimos que nos hacen sentir deformes, los problemas de las nenas con el cuerpo y la alimentación y cómo nos hemos pasado media vida tratando de encajar y después nos pasaremos la otra media  desaprendiendo eso, para ser felices con nosotras mismas. En eso llega Mirta, así que les pido que me cuenten de que se trata esto que hacen.

Lo primero que me aclaran es que quieren que escriba “bien clarito” que esto de contar no lo hacen para que se sepa de ellas, que no es para «agrandarse”, queremos que se conozca lo que hacemos para que mas gente se inspire, que se sume, que piense que si nosotras estamos haciendo esto y somos mujeres comunes, cualquiera puede, todo el mundo puede ayudar, cada cual a su manera. Queremos que la gente participe, que quiera sumarse a este grupo o a otro. Porque hay mucha gente que necesita ayuda.

Les prometo que lo voy a aclarar, que está claro, clarísimo para mi, desde que Diana me contó sobre ellas.

De a una por momentos y todas juntas también, empiezan a contarme cosas;  ellas son cinco mujeres voluntarias de un grupo de personas que se llama Amigos en el Camino, que hace algo así como diez años preparan y reparten comida casera, cuidados, ropa, y lo que necesiten las personas que están viviendo en la calle en la ciudad de Buenos Aires, lo hacen en distintos grupos y por zonas. Cada grupo hace su recorrido un día de la semana. La comida la hacen ellos mismos, cada grupo tiene una o dos cocinerxs. Consiguen todo por donaciones. Todo lo hacen ellxs; desde buscar las donaciones, los ingredientes para la comida, cocinar, repartir las porciones, todo. Hay algunos hombres en los grupos, pero la mayoría de las voluntarias son mujeres, y también son mujeres las que más colaboran, dicen que las mujeres son más solidarias, participan más y donan más. A los hombres les cuesta mucho largar las cosas. Retienen más. Cuentan una anécdota de una vez que les donaron 40 calzoncillos, una misma persona, eran de los hijos varones y del marido, muchos sin siquiera usar.

Les pido que me cuenten cómo fue que cada una llegó a este grupo y a estas recorridas. Empezamos por La Negra, – nos dice que le digamos así, que se llama Claudia pero prefiere que le digan La Negra- así que La Negra nos cuenta que es maestra de un colegio católico, que tiene dos hijos y es divorciada, y que participa en la ronda de los miércoles. Dice que empezó porque un día frio y lluvioso, de un abril de hace seis años, volvía de hacerse los controles, post quimioterapia por un cáncer de mama que la había golpeado bastante; que era de esos días destemplados de principios del otoño, iba manejando camino a su casa,  y cuando pasó por la Iglesia La Candelaria de Flores, justo le toca parar en la esquina y ve que había un viejito que estaba ahí solo, mojado y tiritando de frio. Siguió viaje pero no se pudo sacar la imagen de la cabeza, así que llegó a la casa y preparó un café con leche, lo puso en un termo de “mate listo” que tenía a mano, y se lo llevó con unas galletiras, era lo único que tenía. Cuando se lo dió el hombre se largó a llorar. Lloraba. Y a ella se le partió el corazón, dice que es muy fuerte ver un ser humano desvalido, que tiene hambre, y encima un anciano, que eso la impactó que nunca se lo va a olvidar, ese hombre, ese llanto, esas lágrimas.  Así que a partir de ahí empecé a ir a las recorridas de la Fundación Si, pero me quedaba muy lejos, así que busqué en google, “voluntariado para ayudar a personas que viven en la calle” y me apareció Amigos en el Camino que era una página de Facebook, mandé un mensaje y me acuerdo que antes de decirme hola , la persona que me respondía del otro lado, – que después supe que era Moni, me preguntó ¿“tenés auto”? Porque claro lo que más se necesitan son autos.

Y  resulta que yo tengo auto!, así que le dije que si, y empecé a ir esa misma semana. Al principio es durísimo, siempre es duro, pero al principio es mucho peor, por eso los grupos van cambiando tanto. No es fácil acercarse a las personas que están en la calle, acercase con humildad, acercarse en cuerpo y espíritu como iguales. Hay gente que no se puede acercar, que no quiere que la toquen o que quiere acercarse con la idea de que están «ayudando» al otro y que el otro tiene que estar «agradecido». Y es otra la actitud que se necesita. Hay que acercarse despacio, pedir permiso, la calle es la casa de esta gente, ser respetuosos.  Aprendí tanto todos estos años, conocí a tantas personas. Y también hemos perdido a tantos. A eso no te acostumbrás nunca. Porque sabés, estas personas se mueren muy jóvenes, porque se deterioran mucho, están a merced del clima, se mojan en verano y en invierno y la ropa se les seca puesta; toman mucho porque no hay manera de sostener esa realidad sin alterarla; entonces la salud se les hace pedazo. Han perdido el vínculo con sus  familias o no quieren volver porque están muy deteriorados o porque han caído en adicciones. Es tremendo. Es otro mundo. También hay gente que ha venido de las provincias o de otros lados, que se ha quedado sin trabajo y no tiene red acá y tampoco forma de volver a sus lugares. 

Hay que romper muchos prejuicios para poder hacer esto. Vemos pasar mucha gente que está un tiempito y deja, porque es difícil, porque a veces es muy triste lo que se ve, hay chicos, nenes, familias enteras, y la realidad es que hay que acostumbrarse a la idea de que no vamos a poder cambiarle la vida a estas personas, solo hacérselas más humana. Que sientan que alguien los mira, se preocupa, los cuida.

Porque lo más triste es que ellos son invisibles, nadie los mira como se mira a otro ser humano que te importa y ellos los saben y por eso tampoco miran a nadie.

Empiezan a tejerse las historias, en este encuentro me cuenta cantidad de historias, pasan nombres, ellas a todos los nombran por su nombre y el lugar donde para. Ahora me cuentan de Alexis, que era un muchacho de 22 años que vivía por el parque Centenario, estaba enfermo, tenía tuberculosis y quizás HIV, lo queríamos mucho, le encantaba sacarse fotos con nosotros.  Resulta que una noche llegamos y vemos que se estaban peleando, que le estaban pegando, le decían que se fuera, porque los iba a contagiar a los otros que estaban con él. Estaba tosiendo, estaba muy deteriorado pobrecito entonces le dijimos que íbamos a llamar a la ambulancia. El no quería, porque vos imagínate, no los tratan bien en los hospitales, no los quieren atender porque están sucios, están muy mal- hay algunos pocos médicos muy humanos, pero no son mayoría. Entonces ellos no quieren ir, se escapan. Le pregunté si tenía el documento, me dice que no, que se lo habían robado, es normal, les roban todo el tiempo, pero tenía un papelito de la constancia en trámite, yo se lo pedía para llamar al SAME, y cuando saca ese papel del bolsillo saca otro, un papelito todo gastado, y me dice este es el teléfono del cura que me ayudó a curarme cuando me rehabilité, y se larga a llorar, si me pasa algo llámalo, te pido por favor que lo llames, no me quiero morir solo.

Cuando vino la ambulancia no se quería subir, estaba re mal, lo convencimos y se lo llevaron al Durán, nosotros atrás de la ambulancia con el auto porque no me dejaban subir con el. ¿Vos podés creer que yo lo conocía al cura ese del papelito? Se llama Gustaba es uno de los curitas villeros, cuando lo llamo, le digo, le explico que no se si se va a acordar del Che, que es un muchacho así y asá y bueno, me dice que si, que se acuerda, que no me preocupe que él va a ir a verlo. Estaba re mal. No había mucho para hacer, el cura lo fue a ver, y se lo llevó a la casa cuando le dieron el alta. Y a los pocos días se murió. Lloré tanto…. Tanto… no podía dejar de pensar que llegamos tarde. Que llegué tarde, que si lo hubiérmos tratado de internar antes, que si hubiérmos hecho tal cosa o tal otra. Y cuando hablé con el cura y le dije que habíamos llegado tarde, él me dijo no Claudia, usted llegó en el momento justo para ayudarlo, y para hacer lo que él le pidió, el no quería morirse solo en la calle, y usted lo ayudó. Se fue tranquilo, en mi casa, acompañado, lo velamos en la parroquia, vino el padre y gente que lo había conocidio. Se fue en paz. Eso me calmó ¿sabés?.

Le digo que si, que claro que entiendo, entendemos,  no se si entiendo, pero siento, siento el dolor de ella ahora cuando me lo cuenta y también siento su amor por este chico de 22 años que se murió y que ellas hubieran querido salvar.

Preguntamos que cómo es eso de que son famosas por la comida, y me dicen que si, que las esperan, que los miércoles siempre tienen gente esperándolas en cada uno de los puntos en los que paran, porque la comida es caserita, que tiene el gustito a la comida hecha en casa y que por eso les gusta tanto a los chicos, porque les llena la panza pero también es porque les trae recuerdos lindos, los conecta con otra cosa, quizás con sus casas, con la infancia, o con algo de eso. Martu dice que el olorcito de la comida los lleva a la casa, a algún recuerdo de familia, o de felicidad. Algunas veces les he hecho arroz con leche, no sabés! Después las chicas me decían que pedían siempre! Les encanta, se acuerdan de cuando eran chicos, es increíble el momento que se puede generar con un plato de comida. Yo eso hace mucho que lo descubrí, es un regalo hermoso.

Nunca lo había pensando, nunca había pensando en el poder del viaje al que te invita un plato de comida. Que ese gesto de entregar la comida, abre un mundo, conecta, es un puente, o muchos puentes. El puente entre dos seres humanos. El puente entre uno de ellos y un recuerdo que quizás alivia la desventura de estar en la calle sin red. Me lo quedo pensando mientras ellas me cuentan más cosas. El poder, la contundencia de lo simple y humano, un saber que estas mujeres conocen y ejercen.

Martu es dulce, no logré encontarr otra otra palabra para describirla, es pura dulzura, habla con suavidad, como si cantara, sonríe, habla tranquila, y cuenta con delicadeza y sensibilidad. Te abraza con su voz. Dice que todos los miércoles cocina más o menos cien porciones, que le lleva todo el día, que arranca a la mañana temprano en el barrio consiguiendo las cosas que le faltan; dice que la gente ayuda, que le pide a la verdulera y ella le guarda cositas para el guiso.

Les hago guiso de lentejas, o de lo que tengo, arroz, fideos, si hay carne se le pone, sino no y siempre mucha verdura, papa. Arranco a la mañana temprano porque pongo las hornallas despacito y se va cocinando todo a fuego lento. Para las seis o siete cuando pasan a buscar, ya tengo listas las porciones calentitas en las conservadoras. Usamos conservadoras de esas de camping, las cargamos a los autos, para que  la comida le llegue caliente a la gente, es importante poder dar comida calentita. Sobre todo en invierno.

Yo empecé porque a mi me gusta mucho ayudar, antes vivía en Moreno, un día me acerqué a un jardincito donde tenían chiquitos con muchas necesidades y me quedé siete años ayudando ahí, cocinando, cuidando a los chicos, haciendo de todo, a veces era tan triste, las historias de esos nenes, cosas tremendas pobrecitos.

Cuando me vine a Buenos Aires, un día una amiga que sabe que me encanta cocinar y ayudar, me etiquetó en una publicación del grupo de Amigos en el Camino porque estaban buscando  a una cocinera, les escribí y ahí empecé. Al principio fui una o dos veces a las recorridas, pero me afectó mucho, me quedaba pensando en la gente que estaba en la calle. Me gustó ir, pero me costaba despeharme. Es fuerte, a mi me hacía mal ver las criaturas, y saber que uno no puede hacer demasiado. No te podés llevar los chiquitos a tu casa. Así que seguí cocinando, hace cuatro años que cocino. Me encanta, lo hago con mucho gusto y mucho amor, porque se lo que genera la comida, y que damos mucho más que un alimento. Yo cocino para ellos como para mi familia, la comida hecha con amor es algo tan hermoso, llega al corazón.

A mi me gustaría que expliques, para que las mujeres se den cuenta de que no es difícil ayudar, con poco se puede. Y lo mejor de todo, es que no solo le hace bien a la gente que necesita, sobre todo te hace bien a vos!. Te cura, tenés algo de que ocuparte. Hay mucha gente que no hace nada que se aburre, todos podrían colaborar. Todos podemos hacer algo para ayudar a las personas que no han tenido suerte, a mi me gustaría que la gente se de cuenta de eso, hay que estar atento, mirar alrededor siempre hay gente más necesitada que uno. 

Cuenta que está casada, y que tiene una hija, que el primer matrimonio que tuvo la pasó mal, y que después conocío a su marido actual que es un amor. Que por ahí el haberla pasado mal en algunos momentos, le hizo sentir esta necesidad, o estas ganas de ayudar a otros con lo que a ella le gusta hacer.

Mirta es la que llegó última, dice que para ella ayudar a otras personas con más necesidades siempre fue un hábito, es algo que siempre hizo, que en su familia las mujeres siempre han hecho eso, su madre, su abuela, siempre juntando cosas para otros que tenían menos y que empezó a participar en las recorridas hace seis años. Vive en Moreno y todos los miércoles se toma un colectivo para venir a Capital a hacer las recorridas y que después se vuelve a la noche tarde. Que alguna vez ha tenido miedo pero que  la pechera – una pechera de tela con el nombre del grupo- la proteje y también que los colectiveros la conocen y la dejan bajar en la esquina de su casa y y camina rápido la media cuadra que le queda.

Yo empecé porque tenía un amigo que participaba en las recorridas, y me invitó, pero en esa época yo además de trabajar de día, cuidaba a unos abuelos de noche, me quedaba a dormir en la casa de ellos tres días por semana, así que no podía venirme a Capital. Pero este amigo me insistió para que participara de la recorrida de fin de año y esa fue la primera vez que me acerqué. La recorrida de fin de año es distinta porque se juntan todos los grupos y se hacen todos los recorridos en una noche y vamos todos juntos, dura muchas horas. Y ahí vi todo, la gente, las ranchadas, los chicos, y pensé a esta gente hay que ayudarla. Después de vivir eso, quería participar, quería ser parte; así que como no podía venir a hacer las recorridas porque seguía trabajando con los abuelos, juntaba cosas para que les dieran a la gente. Una vez les junté un placar entero lleno de cosas, con el placard y todo – acá nos reimos todas- ! Ellas se rien, porque no sabés lo que fue para llevar las cosas desde Moreno a Capital y el placard también! Es que todo se aprovecha. Así que paso el tiempo y los abuelos fallecieron, ya no trabajaba más de noche así que empecé a venir los miércoles y nunca dejé de venir, en una época venía en tren, hasta que descubrí que hay un colectivo que es el 59 que sale de plaza Once y me deja en la Ruta y yo ahí me tomo otro, más que nada porque es de noche, porque mi casa no es lejos de ahí, pero de noche prefiero tomar el colectivo. 

Silvina dice que a Mirta la adoran los chicos, que hasta los que no le dan bola a nadie siempre preguntan por Mirta y la quieren a Mirta. Pasa que a mi me encantan los chicos, les llevo caramelos, cositas, siempre ando con los bolsillos llenos de caramelos y ellos ya saben. Es que para ellos viste nosotras somos como familia.

Nos cuentan de Christian, me dicen que ellas llevan todo lo que les regalan, todas las donaciones que la gente les hace, las reparten, entonces un día de noche, van a una ranchada donde vive una familia completa, el nene más grande ya tenía como 14 años, y ese día nos habían regalado unos perfumes, y yo no sabñia si eran de hombre o de mujer y entonces le digo a este nene, el mayor, qiue se llamaba Cristian, a ver Cristian, decime, fíjate que dice acá en la etiqueta que yo ya soy vieja y no leo nada. Y el me mira y me dice. Yo no se leer.

Y yo me quedé muda, 14 o 15 años tenía ese pibe, en la Capital Federal de la República Argentina y  no sabía leer. Yo soy maestra ¿entendés? ¿Cómo no va a saber leer?? Así que le dije ah bueno, no te preocupes, yo te voy a enseñar. A partir de ahí, los sábados a la tarde yo iba con uno de los muchachos del grupo, con Carlos, al parque ese que hicieron donde era el albergue Warnes, porque él andaba por ahí, y le llevaba chocotorta y coca cola, lo traía con la comida, y le empecé a enseñar. Hasta que un día le digo, bueno Cristian, dale, ya podés escribir vos solo, escribí algo. Y el daba vueltas decía que no se le ocurría nada, que no iba a poder  hasta que se le iluminaron los ojitos y me mira y me dice. ¿Puedo escribir puto? Y yo me largué la carcajada. Claro, si. Podés. ¿Que le iba a decir?? Y escribió puto y después escribió el nombre del equipo contrario al de él, que ya ni me acuerdo como era. No me olvido más ese día, la alegría de ese pibe de escribir esas dos palabras. Le enseñé a leer y a escribir hasta que en un momento lo vimos qe estaba vendiendo paco y después lo dejamos de ver. Una tristeza… Lo del paco es tremendo, los chupa, se convierten en zombies, son muertos vivos, te parte el alma, ahí ya está, se les termina la vida.  Siempre me acuerdo de Cristian y me pregunto donde andará.

Ahora le toca a Silvina, que nos cuenta que ya van a hacer cuatro años que participa en las recorridas, yo también pongo el auto, empecé por una amiga y la verdad yo te podría decir que me uní a Amigos en el camino para salvarme yo, porque hacía un año que me había separado y estaba re mal. Es tanto lo que recibí en este tiempo de la gente de la calle, del grupo, de lo que va pasando. Nos pasan cosas tan increíbles, a veces parece que no vamos a poder salir, porque no conseguimos auto o nos falta gente, o algún ingrediente, y siempre aparece alguien que nos salva, siempre aparece uno que tiene un auto, un amigo, lo que sea y hacemos la recorrida, y conseguimos las cosas que necesitamos. Se rie porque se acuerda de algo, nos cuenta. Mirá te cuento algo que que te vas a reir, yo les digo a las chicas que tengo el santito del estacionamiento porque siempre siempre siempre consigo lugar para estacionar acá en esta cuadra, y mirá que esta avenida siempre está llena de autos, sin embargo cuando llega la hora de estacionar para cargar y descargar, consigo!. Yo cuando me voy acercando le voy pidiendo, le digo, a ver santito como me conseguís hoy el lugar? Y me consigue!. Y cuando subo mi hija me pregunta ¿Y cómo anduvo el tantito hoy? Nos reímos.

Le pregunto que es lo más difícil, me dice que la constancia, nosotros todos los miércoles, llueva o truene, con frio o con calor salimos a hacer la recorrida, porque la gente nos espera. Y bueno, es difícil sostener esa rutina a lo largo de los años, la gente a veces se cansa. Yo misma a veces me he sentido cansada. Pero saber que está la gente ahí esperando comer algo calentito, saber cómo están los que están enfermos, las madres que tienen chicos chiquitos, eso te hace seguir. Y también los compañeros del grupo, es una familia a esta altura. Pero cuando no he ido lo extraño, nosotros somos como una comunidad, yo creo que recibimos tanto o más de lo que damos. A mi personalmente me salvó la vida. 

Y al final le toca a Diana, llegamos acá  por ella, que es una presencia hermosa y luminosa, una mujer sabia que quiso hacer visibles a las mujeres que la inspiran,  mujeres a quienes ellas admira, para que se sepa del trabajo, de la entereza, y del amor con el que lo hacen, y eso habla de ella, que también es voluntaria, que también siente a los otros, el dolor, y el amor que se da y se recibe. Dice que empezó salir porque en su barrio, en Caballito, veía que había gente que necesitaba que estaba en la calle y se cruzaba con este grupo de gente con sus pecheras rojas que siempre los veía contentos. Así que se acercó, y ella y su compañero empezaron a participar de las recorridas, para ella también al principio fue muy difícil  porque yo veía a los niños, tan pequeños, esperando por un plato de comida, todos sucios, algunos abandonados por sus madres, se me partía el corazón, quería llevármelos a mi casa.  Así que un día con mi compañero tuvimos una charla y nos pusimos de acuerdo en que no podíamos seguir ayudando si nos poníamos tan tristes y que era importante poder ayudar de alguna manera con lo que estaba al alcance nuestro, y que si nos hacía mal teníamos que dejar de ir, pero  seguimos yendo a las recorridas hasta el día de hoy y nos empezó a pasar que si alguna vez no podemos ir lo extrañamos, es un espacio importante para nosotros, nos hace bien. A nosotrosos y a todos. Y así las conocí a ellas y cuando tu pediste que te contaran quienes eran las mujeres que nos inspiran, rápidamente te escribí. 

Se va terminando el día así que nos sacamos unas fotos, nos abrazamos de nuevo y nos despedimos.

Nosotras nos volvemos comentando sobre ellas, sobre el amor, sobre esto de hacer visible al otro con la mirada. Hablamos de los gestos, de cómo el gesto es el mensaje, porque si te miro te estoy diciendo que te veo, y si te veo vos que sos otro existís para mi. Y de este otro gesto simple pero tan poderoso de cocinar y acercar un plato de comida, algo que todos hacemos todos los días para nosotros y que cuesta tanto hacerlo para otro. Y sin embargo estas mujeres sabias del saber que salva, van y lo hacen, sin tanta vuelta, puro gesto.

1 comentario en “Hacernos visibles – Las mujeres que inspiran a Diana.”

  1. Santiago Sánchez

    Las admiro
    Son lo mejor lastima en la parte del país donde yo vivo no existen grupos como el de ustedes no dejo de pensar en esas historias de Alexis y todo eso. Puff…. Es fuerte y ustedes son fuertes.
    Desde la distancia les regalo mis felicitaciones, mi admiración y que cuando vaya espero pueda encajar en su familia con ayuda de Dios. Gracias

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